sábado, 3 de octubre de 2009

El encuentro de mis dos mundos

Bernie me había amenazado desde el inicio de la reunión. “Nano, hoy es el día”, me dijo. Yo le puse la cara más seria que tengo. “Ni de vainas”, le respondí.

“Oye, no quiero irme a España sin que se lo digas al resto del grupo”, insistía. Yo me sentía presionado, pero me mantenía en mis trece. “No y no”, le repetía.

Estábamos en la casa de Sandy. Éramos todos menos una (Vera) de la manchita de la Universidad. Nos juntábamos para despedir a Bernie y Lala que habían decidido emigrar del país.

Los tragos iban y venían. Lo mismo que los recuerdos y las anécdotas. Eran ya 11 años que nos conocíamos y ¡teníamos tantas vivencias!

Las amistades que se gestan cuando uno empieza a madurar son aquellas que echan raíces fuertes y se van consolidando. Mi grupo de amigos de la U es más que diverso. Cada uno tiene características distintas. Ahí radicaba nuestra química, en que todos pensábamos diferente.

Hasta los 28 años solo dos de los siete integrantes del grupo (ocho conmigo) sabían que yo era gay. Al menos, lo sabían de mis propios labios. Siempre quise decírselo a Vera, la mayor de la mancha, pues mi química con ella era muy grande, en música, películas y especialmente el baile. Pero cada vez que me animaba a contarle, algo sucedía, o llegaba alguien y me quitaba la inspiración. Es irónico que haya tenido que enterarse de mi salida del clóset por email, pues hace años que vive en San Francisco.

Negrón
Mi amigacho Negrón me confesó que era gay cuando éramos cachimbos. “Me gustan los hombres”, me soltó un día mientras vagabundeábamos en el campus de la U. En esa época, yo vivía reprimido, pero le expresé mi apoyo y creo que desde entonces me hice la idea de defenderlo cuando cualquiera lo tratara de molestar.

No es que yo creyera que mi amigo era un travesti en potencia ni era un disforzado –Dios, él sí que odia esas cosas-, pero sí era tan amanerado que nadie dudaba que era un gay hecho y derecho. Dos años más tarde, Negrón me acompañaría a una cabina de Internet, y juntos entraríamos a un canal de Chat de gays en el Perú y en ese instante retomé mi contacto con el ambiente, tras siete largos años de negación. A los días conocí a Little A., mi mejor amigacho.

El otro que sabía toda mi historia era Bernie. Un día, en una borrachera con otro grupo de amigos (Los Cuatro Fantásticos, en donde yo era La Mole), le confesé que me gustaban los hombres, que era muy feliz y que tenía una pareja por más de un año.

Él quedó en shock. Pero el sorprendido resulté siendo yo con su reacción. Él era un machista-consumidor-de-fútbol y pese a ello, sentí que me apoyó con toda sinceridad. Es cierto, me preguntaba cómo había sucedido, desde cuándo sentía que era así, y si estaba seguro o quizá confundido sobre mi sexualidad. Solo le tuve que explicar una vez todo el proceso que tuve que pasar para aceptar mi homosexualidad. Y no me cuestionó nunca más.

Las trenzas se sueltan
El resto del grupo había escuchado rumores. Terceras personas me habían visto en “situaciones comprometedoras” en compañía masculina.

No se los había dicho, pues creía que no era necesario. No quería que cambiaran su trato hacia mí y menos quería que se enteraran que cuando me escapaba temprano de las reuniones era para irme a flirtear o a divertirme a mis anchas a una discoteca de ambiente. Además, sentía que mi grupo de amigos más cercanos iba a querer interactuar con mi pareja de entonces, y, lamentablemente, mi ex no tenía la más mínima intención de cruzar esa barrera que separaba mis dos mundos. Y yo quería evitarme problemas.

La fiesta seguía. Más trago salía. Yo estaba más que alegrón. Borrachín. Comenzaron las fotos. Y el baile. Todos bailábamos contra todos. Como en una fiesta de niños. De pronto yo quedaba cara a cara con Negrón o con Bernie (los únicos varones del grupo). Todos estábamos siguiendo el ritmo de la música. Todo fluía y poquito a poquito se me fueron desatando las trenzas delante de todos. Ni modo.

Me sentí cansado y me deposité en una silla. Sandy, la dueña de casa, comenzó con las preguntas subidas de tono, y yo las contestaba de forma ambigua, sin precisar el sexo de mi pareja. De pronto disparó, “Nano, ¿tú eres gay?”. Yo quería irme corriendo de la casa. Me sentía descubierto. Me sentía desnudo delante de ellos.

- “¿Y por qué me preguntas eso?”, repliqué.
- “Es que nunca te hemos visto con una chica, y normal, somos tus amigos, ¿no?”, agregó.
- “La verdad, no lo sé”, dije, apelando al mal mentiroso que tengo dentro.

La China, ebria tan solo con dos tragos -como siempre-, estaba en éxtasis. Ella había recibido la mayor información de mis “ampays”. Y siempre se lamentaba de no haberme capturado “in fraganti” en el cine, el teatro, o cualquier sitio a los que solía ir emparejado. Las preguntas y más aún mis respuestas habían hecho que La China se retuerza de emoción en el mueble. Y tenía los ojos bien abiertos, como nunca, como si quisiera obligar a su borrachera a que no le deje perderse ningún detalle de ese momento.

Me sentía acorralado. Buscaba ayuda en Negrón, pero se levantó del sillón y se fue corriendo al baño. “Oye, no te vayas. Que yo no caigo solo. Si yo caigo, tú caes”, le grité. Y así sucedió.

Entonces, Angelito entró en acción. Ella, que encarna a la paz y la mesura en el grupo, tomó la posta de Sandy: “Nano, en serio, ¿no sabes si eres gay?”.

Yo miraba a Bernie, quien tenía una sonrisa amplia de satisfacción. Suspiré y pensé “ha llegado el momento”. Me armé de valor.

“Sí, soy gay. Desde siempre. Ya no tengo paltas, tengo novio y vivo feliz”. Exhalé y sentí la cara más caliente que nunca.

- ¿Por qué no nos dijiste antes? Somos tus amigos por tantos años, me reprochó la mesurada Angelito.
- Porque creía que no era necesario. Las cosas estaban bien como hasta ahora”, le contesté entre mi borrachera.

Estaba incomodísimo. Había pasado a ser el centro de atención de la reunión. Me sentía mal, pues habíamos ido a despedir a Bernie y Lala y yo estaba acaparando la luz de todos los reflectores. Les estaba usurpando la fiesta.

Los tres patéticos
Pero ésa no fue la única sorpresa de la noche. Si bien mi amigo Negrón no necesitaba confirmar que él era gay, aprovechó el momento para revelar que por año jugó a No-Se-Lo-Digas-a-Nadie con La China y conmigo.

Desde la universidad, La China, Negrón y yo hicimos un subgrupo: Los Tres Patéticos. Pasábamos horas interminables juntos, conversando, rajando e hipotetizando sobre las relaciones amorosas. Sí, éramos los Tres Patéticos porque ninguno tenía novio y siempre teorizábamos de la vida en pareja.

Mi “membresía” en el Club de Los Tres Patéticos venció cuando inicié mi primera relación larga. Sé que me han buscado reemplazo desde entonces, pero creo que no encuentran a nadie que los haga reír como yo. Por eso siempre me dicen que extrañan salir más seguido conmigo.

Negrón no solo recontraconfirmó lo que todos sabían en el grupo, sino que reveló que un año después que a mí, le había confesado a La China que era un gay de fábrica. Sin embargo, en varias oportunidades a mí me había pedido que no le contara nada de su “secreto” a ella, pues creía que era homofóbica y quería evitar una mala reacción. Negrón aprovechó esa situación para crear dos mundos gays paralelos, uno que vivía conmigo y el otro que compartía con La China. Los personajes y las vivencias eran las mismas, solo que les cambiaba de nombre y daba detalles distintos a los dos.

“¿Por qué hiciste eso? ¡Nos has visto la cara todo este tiempo!” La China y yo le reclamábamos a Negrón. Nos confesó que lo hacía por pura diversión y porque quería vivir sus experiencias de manera distinta con cada uno. ¡REPLOP!

Lala y el alemán
De pronto Lala, la más sweet de todo el grupo, me dijo que sospechó de mí desde que se enteró que me veía con uno de sus amigos alemanes, que habían venido en un programa de intercambio en la universidad.

Sucede que tiempo atrás Lala nos citó a todos para tomar con dos amigos que habían venido de tierras teutonas. Uno de ellos, Chris, era re-lindo. Y nos caímos muy bien. A tal punto que me pidió que fuera su guía por las calles del Centro de Lima. Así, nos frecuentamos unas siete veces. Hasta iba a fiestas en el departamento de los dos. Pero yo preferí no contarles a mis amigos, pues no quería levantar sospechas. Sin embargo, todo fue una falsa alarma, pues Chris no era gay. Al darme cuenta, puse reversa y me alejé. Nos vimos dos veces más, y nunca pasó nada. Lo juro.

- “Ellos me contaron que se veían contigo. Y siempre me mandaban saludos para ti. Pero tú nunca mencionaste que salías con ellos. Algo escondías”. Lala me había hecho poner más rojo aún.

Sin “crash” que lamentar
La fiesta llegaba a su fin. Y yo aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Mis amigos ya sabían que yo era gay. ¿Y ahora qué venía? ¿Todo iba a ser lo mismo? Entre la borrachera, las preguntas en mi cabeza y la tristeza de despedir a dos de mis grandes amigos quería ponerme a llorar.

Lo cierto es que cuando mis dos mundos se juntaron no hicieron “crash”. Nada cambió. Bueno, sí. Ya no les tenía que mentir. Incluso, cuando terminé con mi ex, compartí con ellos lo que sentía en esa etapa. Un día les dije que era soltero de vuelta, y que sentía que estaba de vuelta en el escaparate. Hasta que apareció petit lapin (conejito) en mi vida, y se acopló al grupo, como sucedió con los esposos de Sandy y Angelito.

Pero faltaba que los dos mundos interactuaran. Esa iba a ser la prueba de fuego. Quería estar al medio y quería ver como mis amistades heterosexuales se llevaban con mis amigachos gays. La fecha más indicada era la celebración de mi cumpleaños número 30 en un ambiente privado sólo para mí.

Mis amigachos no se hicieron problemas. Pero mi mancha de la universidad, al inicio, actuó con cautela. Incluso, el esposo de Angelito, que tiene arranques machistas, bromeó diciendo una gran verdad: “mejor me porto bien que acá estoy en minoría”. La relación en la reunión era 30 amigachos, 5 amigos straight.

El hielo se rompió al rato. Yo estaba bailando feliz con mis amigachos. Los chicos de la U sólo miraban con asombro, pues no me habían visto cómo me divierto en una fiesta de ambiente. Al rato los jalé a la pista de baile y todos nos mezclamos. En ese momento me sentí realmente feliz, pues comprobé que dos partes importantes de mi vida podían convivir sin problemas.

¿Tú te has “deschavado” ante tus amigos más cercanos? ¿Cómo fue la experiencia? ¿Tu mundo hetero interactúa con tu mundo gay?

Laura Pausini - Gente

Laura Pausini habla de la búsqueda de una sociedad sincera. Amichis, les dedico esta canción. Cuando la escucho, pienso en ustedes, mis amigos de siempre.

The Rembrandts - I’ll be there for you

“I'll be there for you, cause you're there for me too”. Tema de la serie Friends.