miércoles, 23 de diciembre de 2009

Navidad: Los tuyos, los míos y ¿lo nuestro?

Nico ama a Teo y Teo ama a Nico. Llevan más de tres años de pareja y un poquito menos de vivir juntos. Se entienden muy bien y es raro verlos discutir. Les encanta organizar reuniones para departir con su círculo de amigos. Podría decirse que disfrutan compartiendo todos los días de sus vidas. Bueno, casi todos.

Hace unos días me divertía con ellos en una reunión de amigachos, ad portas de Navidad. De pronto, Nico preguntó a todos por la forma en que recibirán la Nochebuena.

Cada uno respondía casi lo mismo. que la pasaría con su familia. Éramos algo de 15 personas en la reunión. Había cuatro parejas gays, incluidos los anfitriones. Nico se centró en las parejas. La respuesta fue similar en todos los casos.

- “Pero si nuestra pareja es nuestra nueva familia, ¿por qué no pasar navidad con él?”, cuestionó a todos, incluyéndose.
- “Si no veo a mi familia casi ningún día del año, es la oportunidad perfecta para juntarme con ellos”, dijo Teo, tratando de cortar la discusión.

Axel, mi pareja, y yo también confesamos que cada uno celebrará la Navidad en su casa. Es decir, tanto él como yo, recibiremos la Nochebuena con nuestras respectivas familias. En la mañana nos veremos y nos daremos el abrazo navideño de rigor y nos daremos nuestros respectivos regalos. Pero el momento cúspide, el más emocionante, ese cuando ves que dan las 00 horas del 25 de diciembre, es para los míos -en mi caso- y para los suyos -en el caso de él-.

No es que en mi casa no sepan de la existencia de Axel. Ni de la mía en la suya. Todo lo contrario. Nuestras familias saben que somos pareja y nos aceptan y nos demuestran su cariño y su confianza. La decisión de recibir la Nochebuena cada uno por su cuenta es absolutamente nuestra.

Sin embargo, el notar que el patrón se repetía en el caso de las otras parejas (una de 7 años de relación, otra de 3 años y la nuestra de cerca de 2 años de relación), me empecé a cuestionar por la situación. ¿Por qué separarnos en una fecha tan especial? ¿Acaso convivir con tu pareja o tener una relación de cerca de dos años no los convierte en un nuevo núcleo familiar? ¿O es que la idea de conformar una familia está prohibida para las parejas gays? ¿Y nuestra verdadera familia siempre será nuestra familia de sangre?

Muchas preguntas fluían. Hacía memoria y recordaba que cuando mis hermanos se casaron, se repartían –o negociaban con sus respectivos cónyuges- para recibir la Navidad un año con una familia y al siguiente año con la otra.

Desde otra perspectiva
Si Axel, mi novio, pasara la Navidad en mi casa, sería un hijo más en mi familia. Pero creo que hasta mi propia familia se preguntaría por qué prefiere pasarla con ellos y no con sus papás y su hermana.

¿Será que solo aceptan que una nueva familia puede existir en una pareja heterosexual, por muy tolerantes que sean con una pareja gay? Y lo que es peor, me temo que nosotros también hemos asimilado esa manera de ver las cosas.

En fin, este año habrá novedades al respecto. Volveré a pasar Navidad con mi familia y no con Axel. No quiero dejar de pasarla con mis papás ni él tampoco con los suyos. Pero no dejo de pensar en toda esta situación.

Debo recordar que no creo en la Iglesia Católica. Pero sí creo que Cristo es un modelo a seguir. Y así como a todos mis amigos les celebro su cumpleaños, por supuesto que me gusta festejar la Navidad.

¿Crees que las parejas de gays tienen problemas para recibir Navidad alejados de los “suyos”? ¿Es cuestión de gusto, costumbre o de no ir contra la corriente? ¿Recibirías la Nochebuena con tu pareja? ¿La consideras tu nueva familia?

Pet Shop Boys - It Doesn't Often Snow at Christmas


“No suele nevar con frecuencia en Navidad, como debe ser. Pero todavía tengo una esperanza en la Navidad porque estaré contigo”. Este tema de los Pet Shop Boys me hace alegrar en Navidad.

Feliz Navidad para todos y pásenla con quienes quieran con todo su corazón. Que este 2010 venga con cosas mucho mejores. =)
Nano

sábado, 28 de noviembre de 2009

La Sociedad de los Hermanos de Leche

Richi y yo somos amigachos por varios años. Nos hemos conocido amigos, agarres, levantes, puntos y parejas. Hace poco me contó que hacía un tiempo venía contactándose con alguien con quien yo había salido en mis épocas de soltero y libertino.

La verdad, mi episodio con ese patita no tuvo mayor relevancia ni en mi vida amorosa ni en mi vida sexual. Pero el hecho de que Richi me dijera que las cosas con esta persona estaban convirtiéndose en algo más que un simple flirteo, me generó diversos sentimientos. Creo que el más fuerte era el extraño sabor de aceptar que nos habíamos convertido en hermanitos de leche.
Y se lo dije a boca de jarro. “Oye, ahora somos hermanos de leche”, le lancé en son de broma. Richi se ofendió. Y nos peleamos por varios días.

Me había incomodado la situación. Es cierto, era alguien del pasado, que no tenía mayor significado para mí. Pero luego de reflexionar en la causa de mi molestia, llegué a la conclusión de que, en el fondo, sentía que cualquier hombre que hubiera tenido algo conmigo, estaba prohibido para mis amigachos. Sí, hervía en sentimientos machistas y egoístas. El ser humano no puede controlar sus sentimientos.

A los días volvimos a hablar. Quedamos claros en que el shock inicial había pasado y nos reímos de nuestra nueva y “láctea” hermandad.

Quizá muchos pensarán que sobre reaccioné. Y quizá así fue. Pero en realidad, conozco a varias personas que se han relacionado (ya sea como agarres, puntos o pareja) con ex amantes o ex parejas mías y viceversa, y en algunos casos hemos llegado a establecer una relación amical cordial y sincera. Pero este caso era distinto.

Creo que la impresión inicial de sentirse “hermano de leche” de otra persona es grande. De la sorpresa puedes pasar al desconcierto, la decepción o la cólera. En ese momento te asaltan muchas preguntas. Luego asimilas la situación y, en el mejor de los casos, terminas riéndote.

Cada vez me convenzo más que el ambiente limeño es tan pequeño como un pañuelo. Por eso pienso que en Lima se ha extendido una Sociedad de Hermanos de Leche, que muchos no quieren ver o simplemente prefieren no percatarse de él porque lo consideran totalmente irrelevante o quieren evitarse malos ratos.

Más allá del morbo que se pueda ver en este tema y en la (in)trascendencia de contar el número de hermanos de leche puede tener cualquier gay promedio, sí hay varios aspectos sobre los cuales es interesante reflexionar.

Más que una cuestión de números
Mirando introspectivamente, si en mi pasado libertino tuve más de cien amiguitos cariñosos, ¿mi actual pareja debe asumir que tiene más de cien hermanitos de leche? ¿Y desde el momento en que yo empecé a formar parte del historial de otro hombre, automáticamente me convierto en hermano de leche de todos aquellos que estuvieron antes que yo y de todos los que vendrán? ¿A más libertino el ambiente, más grande la Sociedad de Hermanos de Leche? A estas alturas, parece imposible escaparse.

Quizá muchos renieguen del rótulo de “hermanos de leche” y, de cualquier manera, desconocerán la “filiación láctea” con otra persona. Pero por muy bastard@ que vean a su “hermanit@” lo cierto es que los une el haber pasado por la vida de una persona en común. Y nadie se los recrimina, ni mucho menos, solo que lejos de renegar de ello, deberían asumirlo y vivir tan tranquilos como conscientes de ello.

Machismo puro
Pero se da el caso en que los hermanos de leche llegan a ser buenos amigos. Y establecen relaciones amicales muy estrechas. Podría pensarse que el grado de madurez en este tipo de personas es muy grande. Sin embargo, yo creo que muy en el fondo esta situación tiene sus orígenes en el machismo arraigado en la sociedad.

Es decir, en el ambiente homosexual se da el caso, cada vez con mayor frecuencia, en que los hermanos de leche sociabilizan, lo cual dista mucho de lo que sucedería entre heterosexuales, especialmente en el campo femenino.

Mi punto es el siguiente. No me imagino a una amiga heterosexual o a mi hermana, por ejemplo, departiendo en una reunión con su esposo y su ex enamorado o ex flirteo (por muy bien que hayan terminado). Estoy seguro que la cultura machista imposibilita a las mujeres heterosexuales forjar una bonita amistad con alguien de su pasado sentimental o sexual. Es cierto, puede haber excepciones, pero no es lo usual en nuestra sociedad limeña.

Yo no reniego de mis hermanos de leche. Tampoco los quiero recibir con los brazos abiertos, pero con aquellos en quienes encuentro condiciones para estrechar lazos de amistad, hago lo que considero más prudente: tomar aquello que tuvimos en común inicialmente y lo reemplazo por nuevos temas en común. Hasta ahora me he llevado muchas sorpresas agradables. Pero también me he topado con gente muy desagradable, de la que simplemente a veces no encuentro cómo es posible que hayamos compartido el interés por una misma persona. En fin… el ser humano es tan difícil de entender.

¿Has pensando en cuántos hermanos de leche tienes? ¿Te molesta tenerlos? ¿Mantienes contacto con ellos? ¿Por qué?

Rent – The Tango Maureen

Joanne y Mark son hermanos de leche en la película Rent. Tienen en común que ambos amaron a la volátil e indomable Maureen.

Objetivo Birmania – Los Amigos de mis Amigas son mis Amigos

Creo que todos los que tenemos 30, recordamos esta canción de nuestra infancia. Sí, es insoportable, pero bien que la bailamos. JA!

jueves, 5 de noviembre de 2009

Destellos (chicha) de Libertad

Mientras yo manejaba hacia la fiesta, estaba muy tenso. Haberme embarcado en una travesía que tenía como destino final un punto alejado del norte de la periferia capitalina, y que me hacía recorrer sitios desconocidos y bastante alejados, me ponía tan ansioso como nervioso.

Era el cumpleaños número cuarentaitantos de REX. La verdad, la invitación fue para otra persona, quien me la hizo extensiva a mí, y me pidió que lo acompañara. Luego de varias vueltas y más llamadas, dimos con la bendita dirección.

Era una casa en un barrio populoso. La fiesta se escuchaba desde la cuadra anterior. Al interior había muebles y sillas dispuestas como en un quinceañero o una actividad benéfica. “Qué bueno que hayan venido. Pasen, por favor. Siéntense”. El anfitrión nos recibía con una botella de cerveza en la mano.

Me deposité en un silloncito. Mi acompañante y REX empezaron a charlar. Se notaba que tenían mucho de qué hablar. Yo solo escuchaba que mencionaban nombres, situaciones y recuerdos, y no les entendía nada.

En realidad, me sentía como un extraño en esa reunión. Era necesario hacer un reconocimiento de terreno. A la derecha, una gordita y su novio morocho: amigos del cumpleañero. A la izquierda, La Caballona, La Flaca y El Barbero, tres estilistas que laboraban por la zona, departían con dos muchachos con pinta de pirañones. Al frente, la prima del anfitrión y una vecinita que, según las malas lenguas, era la “querida” del agasajado. ¡PLOP!

Empieza la juerga
Al rato, luego de varias botellas de cerveza, El Barbero se dirigió al equipo de sonido y cambió de música. De una salsa del recuerdo pasó a los inicios de la chicha peruana: Los Destellos. Entonces comenzó la fiesta de verdad.

La Caballona, El Barbero y La Flaca sacaron a bailar a los muchachos-malandrines. “A los bosques me interno yo… a llorar mi soledad… y los bosques me contestan, lo que has hecho, estás pagando… Como quieres que tan pronto… olvide el mal que me has hecho… si a cada instante me toco el pecho. La herida me duele más y más”. (Escuchar primer video posteado).

“Es la letra de una canción de Leo Dan, a ritmo de cumbia”, escuché. ¡REPLOP! No me considero alguien cerrado a cualquier “manifestación cultural” en lo absoluto y soy bastante tolerante, pero sí me sentí muy sorprendido al encontrarme partícipe de la que sería mi primera fiesta gay chicha.

Traté de darme ánimos pensando en que en el antro de San Borja (La Cueva) ponen huaynos y uno, en medio de tragos, termina haciendo el ridículo al zapatear un rato, en plan de joda. Pero esto era distinto. Acá, vivían la música y las letras y creo que se sentían parte de “esta cultura”.

Un mototaxi se estacionó en la puerta y salieron los dos malaspectosos. Se subieron raudos al vehículo y se marcharon, como si hubiera culminado su "horario". Los peinadores se quedaron bailando solos. El parlante seguía estridente con Los Destellos. Al rato, los cambiaron por Los Shapis.

El Barbero “lanza”
El Barbero se me acercó y me extendió la mano para bailar. Yo miraba a mi acompañante en busca de ayuda, pero él seguía entretenido con REX. Y la situación no estaba muy bonita como para hacerme el disforzado y rechazar invitaciones. Tuve que ser sociable y seguirle la cuerda.

El Barbero me miraba a los ojos. Y comenzaba a acercarse más de la cuenta. Sabía bailar chicha. Felizmente no se bailaba pegado. Cada uno en su sitio, agitando el cuerpo, los brazos y la cabeza. Pero el tipo cada vez se acercaba más. Y comenzaba a "meterme letra".

- El Barbero (EB): Eres muy lindo. ¿Cómo te llamas?
- Yo: Nano. He venido con un amigo de REX.
- EB: ¿Y tienes pareja?
- Yo: Sí, ya casi por un año.
- EB: Yo estoy buscando un chico lindo, uno moderno. Tú eres moderno, ¿no? Tienes cara.

En ese momento tenía ganas de cuadrar al tipejo insolente, que a la primera canción y sin tanto trago me preguntaba por cosas tan íntimas. Pero le seguí el juego. Estaba en terreno un desconocido.

- Yo: ¿Y para qué quieres saberlo? Yo tengo pareja.
- EB: Pero yo te puedo ofrecer mejores cosas. Tengo un negocio propio. Me va muy bien. Pienso abrir otro pronto. Necesito un compañero bueno.
- Yo: Me halagas, pero no. Estoy comprometido. Bailemos tranquilos.
- EB: ¿Pero no me vas a dar tu teléfono? Te puedo pasar música por E-mail.
- Yo: Te doy el teléfono luego. Y mi E-mail solo lo uso para temas de trabajo. Lo siento.

La retirada
El Barbero se ponía cada vez más pesado. Aproveché que terminó una canción y me desentendí. Luego de ese diálogo comprendí qué hacían los tres estilistas con los maleantes. Caricias y afecto a cambio de dinero y atenciones. Una relación simbiótica y cruda, pero aceptada en ese círculo. Me llamó la atención que este patrón sea el mismo que se presenta en los estratos sociales más altos.

Cogí del brazo a mi acompañante. Le reclamé por haberme dejado solo en buena parte de la fiesta y le conté lo sucedido con El Barbero. Nos reímos. Pensábamos escaparnos, pero nos retuvo el cumpleañero. Y comenzó otra tanda de baile. Ahora estábamos danzando a ritmo de música de ambiente noventera, desde “Quién te cantará… con esa guitarra” hasta el “Ritmo de la Chi Chi… Viciosa… Viciosa”.

Yo no dejaba de mover el cuerpo, pero me corría de El Barbero. Todos íbamos y veníamos. Hombre con hombre, mujer con mujer, hombre con mujer. De pronto, REX, que había tomado más de la cuenta, comenzó a bailar desaforadamente. La pista de baile era de él. Al rato se calmó.

Luego sacaron las botellas de cerveza a la puerta y siguieron brindando ahí. La música se escuchaba con eco en la sala vacía. En la entrada de la casa se había improvisado una cantina de ambiente, a vista y paciencia de los vecinos, que dudo que hayan estado durmiendo, pese a que eran las 3 AM.

El Barbero insistía en mi teléfono. REX se dio cuenta de la situación y le dijo que no me jodiera más.

Me senté en la salita a que se me pasara la borrachera. Comía arroz con pollo en plato descartable. Y veía que afuera todos bebían sin complejos. Y entonaban sus canciones. Y volvieron a poner Los Destellos. Y gozaban con la letra y el ritmo. Y se les veía contentos de ser gays en ese círculo, en esa sociedad. Se aceptaban y se querían así. Y no tenían reparo en decírselo a todo su vecindario. Quizá se sentían más libres que muchos de los que viven en zonas residenciales y deben hacer sus reuniones gays a escondidas, sin aspavientos ni escándalos.

Es cierto, no había vajilla fina, ni se cumplían las normas elementales del Manual de Carreño, pero sí se percibía ese espíritu de aprovechar al máximo la ocasión para festejar una fecha especial de un amigo gay. Y lo hacían con manifestaciones propias de su “cultura”.

¿Habrá círculos gay similares dentro de otra cultura o subcultura (o como quieran definir al "mundo chicha”)? ¿Habrá también grupos gays que festejen sus reuniones con música vernacular? De hecho que sí. Y quisiera conocerlos. Y quisiera introducirme en su cosmos y encontrar el gusto por esas manifestaciones y apreciarlas desde mi perspectiva de joven mestizo capitalino.

¿En la selva habrá también algún subgrupo de ambiente? ¿En la comunidad aymara? Y si no lo hay ¿es porque hay homofobia en estas culturas ancestrales? Tantas preguntas pasaban por mi cabeza.

Lo que quizá hubiera significado una reunión desagradable para un gay capitalino profesional promedio (un chico con un trabajo decente, que va al gimnasio, departe con amigos en reuniones y se divierte en discotecas los fines de semana), terminó siendo una experiencia enriquecedora sobre el mundo gay y amplió mi visión sobre el cosmos gay.

¿Tú has participado en alguna celebración gay folclórica o vernacular? ¿Te gustó la experiencia? ¿Qué fue lo que más te sorprendió? ¿Te animarías a participar?


LOS DESTELLOS - A LOS BOSQUES, ME INTERNO YO

El tema principal de aquella noche. Yo ni siquiera sabía que era un tema de Leo Dan.

ADA Y LA NUEVA PASIÓN – NO ME ARREPIENTO

Esta chicha-cumbia es quizá el único tema del género que me gusta. Es un cover de una cumbia argentina.

JOHN LENNON - IMAGINE

Un clásico sobre la tolerancia y la diversidad de todos los que habitamos en el mundo. =)

sábado, 3 de octubre de 2009

El encuentro de mis dos mundos

Bernie me había amenazado desde el inicio de la reunión. “Nano, hoy es el día”, me dijo. Yo le puse la cara más seria que tengo. “Ni de vainas”, le respondí.

“Oye, no quiero irme a España sin que se lo digas al resto del grupo”, insistía. Yo me sentía presionado, pero me mantenía en mis trece. “No y no”, le repetía.

Estábamos en la casa de Sandy. Éramos todos menos una (Vera) de la manchita de la Universidad. Nos juntábamos para despedir a Bernie y Lala que habían decidido emigrar del país.

Los tragos iban y venían. Lo mismo que los recuerdos y las anécdotas. Eran ya 11 años que nos conocíamos y ¡teníamos tantas vivencias!

Las amistades que se gestan cuando uno empieza a madurar son aquellas que echan raíces fuertes y se van consolidando. Mi grupo de amigos de la U es más que diverso. Cada uno tiene características distintas. Ahí radicaba nuestra química, en que todos pensábamos diferente.

Hasta los 28 años solo dos de los siete integrantes del grupo (ocho conmigo) sabían que yo era gay. Al menos, lo sabían de mis propios labios. Siempre quise decírselo a Vera, la mayor de la mancha, pues mi química con ella era muy grande, en música, películas y especialmente el baile. Pero cada vez que me animaba a contarle, algo sucedía, o llegaba alguien y me quitaba la inspiración. Es irónico que haya tenido que enterarse de mi salida del clóset por email, pues hace años que vive en San Francisco.

Negrón
Mi amigacho Negrón me confesó que era gay cuando éramos cachimbos. “Me gustan los hombres”, me soltó un día mientras vagabundeábamos en el campus de la U. En esa época, yo vivía reprimido, pero le expresé mi apoyo y creo que desde entonces me hice la idea de defenderlo cuando cualquiera lo tratara de molestar.

No es que yo creyera que mi amigo era un travesti en potencia ni era un disforzado –Dios, él sí que odia esas cosas-, pero sí era tan amanerado que nadie dudaba que era un gay hecho y derecho. Dos años más tarde, Negrón me acompañaría a una cabina de Internet, y juntos entraríamos a un canal de Chat de gays en el Perú y en ese instante retomé mi contacto con el ambiente, tras siete largos años de negación. A los días conocí a Little A., mi mejor amigacho.

El otro que sabía toda mi historia era Bernie. Un día, en una borrachera con otro grupo de amigos (Los Cuatro Fantásticos, en donde yo era La Mole), le confesé que me gustaban los hombres, que era muy feliz y que tenía una pareja por más de un año.

Él quedó en shock. Pero el sorprendido resulté siendo yo con su reacción. Él era un machista-consumidor-de-fútbol y pese a ello, sentí que me apoyó con toda sinceridad. Es cierto, me preguntaba cómo había sucedido, desde cuándo sentía que era así, y si estaba seguro o quizá confundido sobre mi sexualidad. Solo le tuve que explicar una vez todo el proceso que tuve que pasar para aceptar mi homosexualidad. Y no me cuestionó nunca más.

Las trenzas se sueltan
El resto del grupo había escuchado rumores. Terceras personas me habían visto en “situaciones comprometedoras” en compañía masculina.

No se los había dicho, pues creía que no era necesario. No quería que cambiaran su trato hacia mí y menos quería que se enteraran que cuando me escapaba temprano de las reuniones era para irme a flirtear o a divertirme a mis anchas a una discoteca de ambiente. Además, sentía que mi grupo de amigos más cercanos iba a querer interactuar con mi pareja de entonces, y, lamentablemente, mi ex no tenía la más mínima intención de cruzar esa barrera que separaba mis dos mundos. Y yo quería evitarme problemas.

La fiesta seguía. Más trago salía. Yo estaba más que alegrón. Borrachín. Comenzaron las fotos. Y el baile. Todos bailábamos contra todos. Como en una fiesta de niños. De pronto yo quedaba cara a cara con Negrón o con Bernie (los únicos varones del grupo). Todos estábamos siguiendo el ritmo de la música. Todo fluía y poquito a poquito se me fueron desatando las trenzas delante de todos. Ni modo.

Me sentí cansado y me deposité en una silla. Sandy, la dueña de casa, comenzó con las preguntas subidas de tono, y yo las contestaba de forma ambigua, sin precisar el sexo de mi pareja. De pronto disparó, “Nano, ¿tú eres gay?”. Yo quería irme corriendo de la casa. Me sentía descubierto. Me sentía desnudo delante de ellos.

- “¿Y por qué me preguntas eso?”, repliqué.
- “Es que nunca te hemos visto con una chica, y normal, somos tus amigos, ¿no?”, agregó.
- “La verdad, no lo sé”, dije, apelando al mal mentiroso que tengo dentro.

La China, ebria tan solo con dos tragos -como siempre-, estaba en éxtasis. Ella había recibido la mayor información de mis “ampays”. Y siempre se lamentaba de no haberme capturado “in fraganti” en el cine, el teatro, o cualquier sitio a los que solía ir emparejado. Las preguntas y más aún mis respuestas habían hecho que La China se retuerza de emoción en el mueble. Y tenía los ojos bien abiertos, como nunca, como si quisiera obligar a su borrachera a que no le deje perderse ningún detalle de ese momento.

Me sentía acorralado. Buscaba ayuda en Negrón, pero se levantó del sillón y se fue corriendo al baño. “Oye, no te vayas. Que yo no caigo solo. Si yo caigo, tú caes”, le grité. Y así sucedió.

Entonces, Angelito entró en acción. Ella, que encarna a la paz y la mesura en el grupo, tomó la posta de Sandy: “Nano, en serio, ¿no sabes si eres gay?”.

Yo miraba a Bernie, quien tenía una sonrisa amplia de satisfacción. Suspiré y pensé “ha llegado el momento”. Me armé de valor.

“Sí, soy gay. Desde siempre. Ya no tengo paltas, tengo novio y vivo feliz”. Exhalé y sentí la cara más caliente que nunca.

- ¿Por qué no nos dijiste antes? Somos tus amigos por tantos años, me reprochó la mesurada Angelito.
- Porque creía que no era necesario. Las cosas estaban bien como hasta ahora”, le contesté entre mi borrachera.

Estaba incomodísimo. Había pasado a ser el centro de atención de la reunión. Me sentía mal, pues habíamos ido a despedir a Bernie y Lala y yo estaba acaparando la luz de todos los reflectores. Les estaba usurpando la fiesta.

Los tres patéticos
Pero ésa no fue la única sorpresa de la noche. Si bien mi amigo Negrón no necesitaba confirmar que él era gay, aprovechó el momento para revelar que por año jugó a No-Se-Lo-Digas-a-Nadie con La China y conmigo.

Desde la universidad, La China, Negrón y yo hicimos un subgrupo: Los Tres Patéticos. Pasábamos horas interminables juntos, conversando, rajando e hipotetizando sobre las relaciones amorosas. Sí, éramos los Tres Patéticos porque ninguno tenía novio y siempre teorizábamos de la vida en pareja.

Mi “membresía” en el Club de Los Tres Patéticos venció cuando inicié mi primera relación larga. Sé que me han buscado reemplazo desde entonces, pero creo que no encuentran a nadie que los haga reír como yo. Por eso siempre me dicen que extrañan salir más seguido conmigo.

Negrón no solo recontraconfirmó lo que todos sabían en el grupo, sino que reveló que un año después que a mí, le había confesado a La China que era un gay de fábrica. Sin embargo, en varias oportunidades a mí me había pedido que no le contara nada de su “secreto” a ella, pues creía que era homofóbica y quería evitar una mala reacción. Negrón aprovechó esa situación para crear dos mundos gays paralelos, uno que vivía conmigo y el otro que compartía con La China. Los personajes y las vivencias eran las mismas, solo que les cambiaba de nombre y daba detalles distintos a los dos.

“¿Por qué hiciste eso? ¡Nos has visto la cara todo este tiempo!” La China y yo le reclamábamos a Negrón. Nos confesó que lo hacía por pura diversión y porque quería vivir sus experiencias de manera distinta con cada uno. ¡REPLOP!

Lala y el alemán
De pronto Lala, la más sweet de todo el grupo, me dijo que sospechó de mí desde que se enteró que me veía con uno de sus amigos alemanes, que habían venido en un programa de intercambio en la universidad.

Sucede que tiempo atrás Lala nos citó a todos para tomar con dos amigos que habían venido de tierras teutonas. Uno de ellos, Chris, era re-lindo. Y nos caímos muy bien. A tal punto que me pidió que fuera su guía por las calles del Centro de Lima. Así, nos frecuentamos unas siete veces. Hasta iba a fiestas en el departamento de los dos. Pero yo preferí no contarles a mis amigos, pues no quería levantar sospechas. Sin embargo, todo fue una falsa alarma, pues Chris no era gay. Al darme cuenta, puse reversa y me alejé. Nos vimos dos veces más, y nunca pasó nada. Lo juro.

- “Ellos me contaron que se veían contigo. Y siempre me mandaban saludos para ti. Pero tú nunca mencionaste que salías con ellos. Algo escondías”. Lala me había hecho poner más rojo aún.

Sin “crash” que lamentar
La fiesta llegaba a su fin. Y yo aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Mis amigos ya sabían que yo era gay. ¿Y ahora qué venía? ¿Todo iba a ser lo mismo? Entre la borrachera, las preguntas en mi cabeza y la tristeza de despedir a dos de mis grandes amigos quería ponerme a llorar.

Lo cierto es que cuando mis dos mundos se juntaron no hicieron “crash”. Nada cambió. Bueno, sí. Ya no les tenía que mentir. Incluso, cuando terminé con mi ex, compartí con ellos lo que sentía en esa etapa. Un día les dije que era soltero de vuelta, y que sentía que estaba de vuelta en el escaparate. Hasta que apareció petit lapin (conejito) en mi vida, y se acopló al grupo, como sucedió con los esposos de Sandy y Angelito.

Pero faltaba que los dos mundos interactuaran. Esa iba a ser la prueba de fuego. Quería estar al medio y quería ver como mis amistades heterosexuales se llevaban con mis amigachos gays. La fecha más indicada era la celebración de mi cumpleaños número 30 en un ambiente privado sólo para mí.

Mis amigachos no se hicieron problemas. Pero mi mancha de la universidad, al inicio, actuó con cautela. Incluso, el esposo de Angelito, que tiene arranques machistas, bromeó diciendo una gran verdad: “mejor me porto bien que acá estoy en minoría”. La relación en la reunión era 30 amigachos, 5 amigos straight.

El hielo se rompió al rato. Yo estaba bailando feliz con mis amigachos. Los chicos de la U sólo miraban con asombro, pues no me habían visto cómo me divierto en una fiesta de ambiente. Al rato los jalé a la pista de baile y todos nos mezclamos. En ese momento me sentí realmente feliz, pues comprobé que dos partes importantes de mi vida podían convivir sin problemas.

¿Tú te has “deschavado” ante tus amigos más cercanos? ¿Cómo fue la experiencia? ¿Tu mundo hetero interactúa con tu mundo gay?

Laura Pausini - Gente

Laura Pausini habla de la búsqueda de una sociedad sincera. Amichis, les dedico esta canción. Cuando la escucho, pienso en ustedes, mis amigos de siempre.

The Rembrandts - I’ll be there for you

“I'll be there for you, cause you're there for me too”. Tema de la serie Friends.

viernes, 11 de setiembre de 2009

Yo no creo en l@s bi… ¡Sorry chic@s!

Lady Pop era la chica más guapa de la oficina. Su carita de querubín con ojos inmensos y marrones la hacían ver como una muñeca europea, muy bien formada y muy bien despachada. Pestañas naturales y tan rizadas, que cuando las levantaba era como si la abanicaran. Labios delgaditos, pero muy bien cuidados y con el toque exacto de labial o de brillo. El cabello lacio, largo y castaño. Y en el verano le aparecían pecas en la cara y los hombros que la hacían aún más atractiva.

Ella disfrutaba enseñándome en la PC las fotos de sus chicos, enamoraditos, pretendientes y similares, que la rondaban. ¡Todos eran unos churrazos! Algunos eran marinos, otros de la Fuerza Aérea. Parecían modelitos de catálogo.

LP siempre sospechó que yo era gay. Pero lo confirmó cuando nos cruzamos en el Vale Todo (en aquel entonces ese antro miraflorino todavía me parecía divertido). Yo había ido de farra con un grupo de amigos. Y la verdad, no me hice paltas al encontrarnos. Más bien, todo lo contrario.

El que Lady Pop se enterara de mi “gran secreto” nos volvió más amigos. Por fin tenía una amiga en el trabajo que sabía de mi condición. Por fin podía hablar con alguien sobre mi gusto por los chicos. Ella se convirtió en mi yunta y hasta me hacía el favorcito de levantarme muchos bonos en la chamba: no perdía oportunidad para lanzarme cumplidos delante de todos. La chica más linda de todas las áreas flirteaba conmigo (de mentirita). Wow. Era la envidia masculina.

Pero poco antes que LP se fuera a otro trabajo, algo extraño sucedió. Una foto donde ella y Lita, su entonces mejor amiga (lesbiana confesa), aparecían abrazadas había sido colgada en una Web gay, con una leyenda lapidaria: Lita y su esposa Lady Pop, en fiesta de fulanito. ¡GLUP!

Me lo dijo una tipa de la oficina del costado, como el chisme del día. Le avisé al toque a LP. Hizo que descuelguen la foto de esa Web en menos de cinco minutos. Pero era demasiado tarde. El rumor quedó. ¡LP es lesbi!, ¡Qué desperdicio!, ¡Su novia se llama Lita! ¿Será la activa o la pasiva? Cada comentario me hacía sudar frío, como si yo fuera al que hubiesen ampayado.

Valgan verdades, el más desconcertado era yo. Al final de la jornada la acompañé a caminar y le pregunté por el incidente. LP negó todo más de tres veces. Que era una joda de un bromista. Que Lita sólo era su amiga. Que no pasaba nada. Que a ella le gustaban los hombres. Y yo le creí, y la defendí todas las veces que escuchaba comentarios malintencionados.

Cuando se fue, me dio mucha pena, pues volvía a estar solo con mi “gran secreto” en la oficina, aunque mantuvimos contacto las primeras semanas y me visitaba con frecuencia.

Amor de mujer
Un día fuimos a almorzar y me contó que había comenzado a “salir” con Lita. Yo quedé en shock, pero le di mi apoyo incondicional. La notaba muy contenta, aunque con mucho miedo y confundida.

Me dijo que todo comenzó con un beso de juego y que ya llevaban un mes en plan de “amigas con beneficios”. Y al poco tiempo formalizaron como una pareja de lesbianas guapas y felices.

Lita era profesional. Acaba de seguir un MBA y estaba en la disyuntiva de trabajar en el negocio de sus padres o aceptar un trabajo muy bien rentado en una gran empresa limeña. Sentía que lo tenía todo: dinero, un buen puesto y una chica linda que se moría por ella. Destilaba felicidad por los poros.

Al poco tiempo, LP se independizó de su familia. Lita y ella establecieron su nidito de amor en un departamento precioso. Me invitaron a los pocos días que lo inauguraron. Lita tenía la chispa en los ojos de los que sienten el corazón lleno de amor. Es cierto, no vivían juntas, pues Lita debía seguir con sus padres todavía. Pero en la práctica era como si convivieran.

- Yo: Vaya, LP. Nunca hubiera pensado que terminarías en una relación con otra chica.
- LP: Menos yo. Pero aquí me tienes.
- Yo: ¿Y no extrañas a los chicos?
- LP: Me siguen gustando, pero ahora solo tengo ojos para Lita.
- Yo: ¿Pero tú te consideras lesbiana o bisexual?
- LP: No sé. Sólo sé que estoy enamorada de Lita.
- Yo: A ella sí la veo muy segura de su condición…
- LP: Sí, ella tiene las cosas más claras. Yo le digo que no se tome todo tan en serio.
- Yo: Pero ella sí tiene pensado compartir su vida con otra mujer.
- LP: Yo todavía no llego a tanto. Prefiero no pensar.
- Yo: Bueno, disfruta el momento, entonces.

Por aquel entonces yo había comenzado una relación muy intensa, a la que le dediqué gran parte del tiempo que antes daba a mis amigos. LP y yo nos dejamos de frecuentar.

Pasaron cerca de dos años y recién nos juntamos para conversar largo y tendido. Seguía con Lita, pero ya no la quería. Me confesó que había querido terminar la relación varias veces, pero que la reacción de Lita la frenaba. No quería hacerla sentir mal. Se sentía terrible al verla caer en depresión.

- Yo: ¿Pero cómo así murió el amor?
- LP: Hmmmm… Creo que todo fue una ilusión. La quiero mucho, pero no quiero pasar el resto de mi vida con ella.
- Yo: Vaya. Es bueno que lo aceptes, pero ¿no quieres pasar el resto de tu vida con Lita o con una mujer?
- LP: En realidad, con una mujer. Yo quiero ser mamá, tener hijos, casarme. Con Lita, eso será imposible. Tú lo sabes.
- Yo: Conozco parejas de mujeres que han concebido y viven juntas. Solo es cuestión de que ambas quieran.
- LP: Ella quiere, yo no. Lo tengo muy claro.
- Yo: Pero, amiga, han pasado dos años. ¿Recién te das cuenta ahora?
- LP: Es que al inicio todo fue perfecto. Era algo nuevo. Viajábamos mucho. Me ayudó mucho para establecerme e independizarme. Pero ya es hora de pensar en mi futuro y lo que quiero para mí.
- Yo: Entiendo. Te apoyo en lo que decidas. Pero, sorry si te hace sentir peor, me da mucha pena Lita.
- LP: ¿Y yo no te doy pena?
- Yo: La verdad, no.

Al terminar nuestro encuentro, me sentí plenamente identificado con Lita. Yo seguía en medio de mi relación tan intensa como tormentosa (la cual abordaré en una entrada posterior, cuando sea el momento adecuado).

Durante dicha relación yo vivía en una verdadera contradicción de sentimientos y sensaciones. Por un lado, sentía mi corazón lleno de amor y era consciente que mi ex también me había demostrado que podía morir por mí. Pero había una maldita barrera para que alcancemos la felicidad en pareja: en su cabeza no existía la posibilidad de que dos hombres hicieran una vida juntos y envejecieran uno al lado del otro.

Eso me hacía sentir desdichado, como si invirtiera todos mis ahorros en un negocio que al final de cuentas yo sabía que me iba a dejar en la miseria. ¿Debía ser práctico y disfrutarlo mientras durase, sin involucrar sentimientos? Quizá antes había tenido esa facilidad, pero con él simplemente no podía aplicar esa táctica. Era todo o nada.

Cada vez que le venía una recaída y me recalcaba que no era conveniente que yo pensara en envejecer a su lado, me sentía fatal. Y me embargaba la inseguridad. Literalmente dominaba mi sentido y mi razón.

¡Yo no quiero una Lady Pop!
Siempre he pensado que hay tres tipos de bisexuales. En primer lugar están los que disfrutan su sexualidad sin límites, con hombres o mujeres, por igual. Ellos tienen las cosas claras y saben que nunca se involucrarán en serio con nadie, pues no pueden guardar fidelidad a un solo género. No buscan pareja, sólo acompañantes sexuales.

También hay los gays o lesbianas reprimidos, que antes de aceptar y asumir su naturaleza optarán por vivir una farsa y se refugiarán en una novia o novio "pantalla". Es decir, mientras que el primer grupo es bisexual porque quiere, este segundo lo es porque “debe”. Es un mandato que le impone la sociedad, la familia o la Iglesia.

Por último, existen los bisexuales que buscan relaciones serias y duraderas, pero que necesitan empatarse con pares bisexuales, que tengan la misma mentalidad, a fin de estar claros con el código tácito entre dos corazones que saben que existe la gran posibilidad de que más adelante a la otra persona le guste alguien de otro sexo. Estos son pocos, en realidad.

Mi ex (en aquel entonces) y LP pertenecían a la segunda clasificación. Es decir, desde mucho antes que iniciáramos la relación había cortado vínculos amorosos y sexuales con mujeres, pero siempre tuvo presente el hecho que debía casarse (obviamente con una mujer) y establecer un hogar.

LP y yo nos despedimos ese día y nos fuimos en direcciones opuestas. Decidí caminar para despejarme, pues sentía que LP y mi ex (que en ese entonces era mi pareja) eran tan similares y tan dañinos para quienes queremos ser felices con alguien de nuestro mismo sexo. Y los odié en silencio. “Yo no quiero una Lady Pop en mi vida”, dije en un arranque de rabia y me propuse no verla más. Ese día sentí que, por más que intentara, ningún gay tiene tanto poder para cambiar a un bisexual permanentemente. Ese día tomé conciencia que mi relación tenía una fecha de caducidad. Solo el tiempo me la reveló.

Ojo, no me refiero al amor. El amor puede acabar en cualquier momento de una relación heterosexual, homosexual o bisexual. Mi punto es que las relaciones de pareja con un bisexual están predestinadas a morir. No pierdo oportunidad para advertir a toda persona que yo estime sobre el riesgo de involucrar el corazón con un bisexual.
Quizá no le guste a algunos, pero creo que los bisexuales sólo sirven para tirar. En realidad, tengo amigos que buscan hombres casados, pues no quieren compromisos ni ataduras. Y para ellos, un bisexual significa solamente sexo sin compromiso.

Lady Pop terminó con Lita al poco tiempo de nuestra cita. Lita quedó devastada, y le costó levantarse. LP, en cambio, al mes volvió al ataque con los chicos lindos. Me enteré que estuvo con tres muchachos con los que le fue mal. Creo que está emparejada otra vez. A ninguno le contó sobre su experiencia con Lita. Y creo que jamás lo hará. Sea como sea, yo solo espero que ella encuentre la felicidad. Y lo digo de todo corazón.

¿Qué opinas de la bisexualidad? ¿Has sido o eres bisexual? ¿Has conocido algún bisexual? ¿L@ tomaste o te tomaron en serio? ¿Crees que un bisexual puede sostener una relación de pareja que no esté predestinada al fracaso? ¿Crees que los bisexuales solo sirven como compañeros sexuales?


Comentario de Nano
Mil disculpas por la demora en publicar, pero he tenido unas semanas terribles y estressantes. Gracias por su preocupación y por preguntar cuándo posteaba nuevamente. Me motivan a continuar con el blog. Saludos. =P


Pepe Aguilar - Miedo

La canción y el video (de una serie europea) resumen muy bien el tema de esta entrada. Disfrútenlos.

Pink – Who Knew

“Si alguien hubiera dicho hace tres años que te ibas a ir, lo hubiera golpeado, porque estaba totalmente equivocado”, se desgañita Pink en esta canción.

Katy Perry- I Kissed a Girl

Katy Perry habla por quienes asoman sus narices por la bisexualidad.

lunes, 24 de agosto de 2009

El Chico de Porcelana

Un lustro me separaba del Chico de Porcelana. Ahora, que ya estoy en la base tres, sé muy bien que cinco años más o cinco años menos no separan a dos personas, en absoluto. Pero en aquella época sí significaba mucho para un muchachito virginal de 18 añitos que conocía a un mozalbete de 23 (yo, Nano), que estaba en plena efervescencia sexual.

Yo tenía un kilometraje considerable. Sentía que a más chicos conocía, más amiguitos quería hacer. No había fin de semana que no tuviera éxito en las discotecas, en mis acostumbradas saliditas. Entonces, la diversión era mi consigna.

La primera vez que nos cruzamos fue en una reunión de amigachos para ver un ciclo de películas. No me percaté de él hasta que Little A. y yo nos despedimos del grupo. Recuerdo que, cosa rara entre nosotros, coincidimos en que nos pareció un muchacho re-lindo, a tal punto que los dos lo quedamos mirando mientras avanzaba nuestro carro. Sonrisa tímida, de medio lado. Blanco, muy blanco, con mejillas chaposas, cabello negro y aún con algunos vestigios de la adolescencia. “Es el Chico de Porcelana”, lo bauticé.

Semanas más tarde, coincidimos en una discoteca miraflorina. Yo fui con todas las intenciones de pasarla bien. Pero estaba escrito en que en esa noche conocería más al Chico de Porcelana. Acepté ir con Little A. y un grupo que pertenecía a una comunidad gay universitaria. Era una manchita de cachimbos de discoteca de ambiente acompañados por cuatro chicos en base dos.

Sin darme cuenta mi diversión hedonista del sábado se convirtió en una experiencia pedagógica. Disfrutaba mucho escuchando a los muchachos hablar sobre sus paltas, sus roches y de pronto, quienes recién empezaban a vivir, me vieron como una enciclopedia gay.

Yo les seguía la corriente. No quería romperles ninguna ilusión. Sí, claro, esperen por el chico perfecto para entregarle su amor. Claro, tampoco en su casa van a sospechar, y que en el ambiente es muy fácil cultivar buenas amistades.

De los temas fresas pasaron a temas calientes. ¿Cómo habían sido mis relaciones? ¿Mis parejas? ¿Con qué frecuencia tenía sexo? ¿Dónde había aprendido a flirtear? Sin entrar en detalles, les dije que me había costado muchas caídas, y que estaba en mi etapa de diversión sin resentimiento.

Coqueteos de porcelana
Se fueron a bailar y me quedé con el Chico de Porcelana. Simplemente, me deslumbraba con su inteligencia, y sus posturas entre radicales y rebeldes. Fue una plática de lo más sabrosa. Pasamos de temas académicos a los frívolos. Me confesó que su mamá sabía que era gay y que quería ser activista en algunos años. También me reveló que su vocación era ser DJ, pero que tenía que estudiar una carrera de Letras porque era lo que debía hacer. Años más tarde me enteré que cambió de carrera, de Letras pasó a las Ciencias Sociales.

“Yo he visto tu cara antes. Puedo jurar que he visto tu rostro bello en algún sitio, quizá en la televisión, durante una de las marchas cuando iba a caer Fujimori” El Chico de Porcelana acababa de hacerme sonrojar. Yo no dejaba de reírme. Le decía que cuando iba a esas marchas me vestía bien guerrero. “No me hubiera visto lindo en lo absoluto”, le respondí. Pero la verdad era que me había encandilado con su primer piropo.

Fuimos a la pista de baile y nos juntamos con el resto. Comenzaron las miradas, y los coqueteos. Incluso, en una canción nos rozamos sin querer y notamos que ambos nos atraíamos.

La noche acabó sin mayores novedades, solo que yo tenía ganas de saber más del Chico de Porcelana. Little A. se había dado cuenta de todo y me dijo que sentía celos por doble partida. Primero, porque su mejor amigo se estaba interesando en alguien, y segundo porque ese alguien también le gustaba mucho a él.

Yo me quedé muy confundido. Mi mejor amigo me decía que le gustaba el mismo chico que me había coqueteado y que me había dicho que le parecía lindo. Y yo, simplemente, no quería cortar vínculos con el Chico de Porcelana, sino todo lo contrario. Recuerdo que Little A. solo me pidió que no le hable ni le comente nada de mi nuevo amiguito. Y así fue.

Pero no sólo mi mejor amigacho se había dado cuenta de la química entre el Chico de Porcelana y yo. También algunos muchachos del grupito… lamentablemente.

El Chico de Porcelana y yo teníamos conversaciones largas por Messenger. Hablábamos desde política internacional hasta el último disco de Kylie Minogue. La atracción fue creciendo. No sé si de su parte, pero sí de la mía. Y no era para menos, pues seguía diciéndome cumplidos.

Guerra de mocosos
Yo simplemente me sentía muy contento conociendo a alguien que no tenía pasado, y que me traía tonto. Si bien tenía cierta experiencia en los avatares del corazón y de los flirteos, recién a mis 23 experimenté que en el “amor y en la guerra” cada uno usa las armas que tiene a su alcance.

Un par de los muchachitos del grupito de la disco sacaron las garras y pusieron las cartas sobre la mesa. Su objetivo: el Chico de Porcelana. El gran enemigo: Nano.

Uno de ellos me dijo que el otro estaba muy molesto y preocupado porque veía que yo me quería aprovechar del Chico de Porcelana, y le había aconsejado que se cuidara de mí. “Tú eres mayor y él es nuevo en el ambiente. Necesita alguien de su edad”, me escribió en el Messenger.

No sólo me contó eso, sino que el muchachito en cuestión ya se había dado de narices pues el Chico de Porcelana lo había choteado. Por último, me confesó que él también estaba muy interesado en la fuente de mi deseo.

Le dije que mi intención no era desunir a su grupo y que me sentía culpable por lo que estaba pasando, pero lo que hiciéramos el Chico de Porcelana y yo, era cosa de los dos. Él insistió en su sugerencia. Y yo insistí en acabar la conversación.

A los días tuvimos una última salida (de mi parte) con todos los patitas del grupo.

Yo sentía que debía decirle al Chico de Porcelana que lo quería seguir conociendo y que en realidad me gustaba mucho y que me deslumbraban sus neuronas. Aproveché un momento en que todos se fueron a bailar. Los dos estábamos en un mueble. Tomé su mano, lo miré a los ojos y le dije que estaba interesado en conocer su mundo. Él me miró y no soltó palabras, solo asintió con la cabeza. Y yo, lejos de reaccionar como antes y dar rienda suelta a mis pasiones, lo único que hice fue abrazarlo y darle un beso en la frente.

Creo que los comentarios de las pequeñas arpías me habían dejado pensando en que quizá me vieran como el aprovechador, el “vivazo” que había conseguido un pescadito novato. Pero no fue mi intención para nada. Quería dejar muy clara mi posición.

Luego de unos minutos, continuó la fiesta. Yo estaba más contento que al inicio. “El Chico de Porcelana me había dicho que sí”, festejaba para mis adentros. Y le había ganado a los otros dos, que me miraban con cólera y envidia. Y yo no podía ocultar mis felicidad, y mucho menos guardar las apariencias. Es más, quería decirles que yo era el elegido. Jojolete.

Porcelana rompecorazones
Al día siguiente, sentía que los pajaritos cantaban más bonito. Entré al Messenger y lo vi conectado.

- Yo: Hola, ¿cómo estás? ¿Cómo llegaste?
- Chico de Porcelana: Bien, gracias. ¿Y tú?
- Yo: Algo cansado, pero bien. Descansando para ir a trabajar mañana.
- CdP: Y yo para ir a estudiar. Anoche llegué a mi casa a las 04:00 AM pensando en muchas cosas, en temas importantes.
- Yo: ¿Importantes? Eso me gusta. Dime el tema del día.
- CdP: El tema del día es: “Soy gay y no sé si tener novio”… No se lo pierdan.
- Yo: ¿Y los panelistas son?
- CdP: Nano
- Yo: ¿Solo soy un panelista? ¿Y tú?
- CdP: Yo no quiero opinar. Yo soy el caso a estudiar.
- Yo: ¿Te incomodó lo de anoche?
- CdP: Sucede lo siguiente. Té eres un muchacho muy simpático y sumamente agradable, y si cualquier muchacho simpático y agradable se me acercara y me abrazara, y me besara en la cabeza y me dijera que le gusto, yo me sentiría muy bien. Siento que mi falta de amor me haría caer en los brazos de cualquier chico simpático y agradable, sin saber aún si es la persona adecuada para mí.
- Yo: Yo solo te dije que quería conocerte. No te he propuesto matrimonio ni nada.
- CdP: Quisiera encontrar a alguien que viva junto a mí todas estas nuevas experiencias. Tú ya conoces mucho este mundo y yo quisiera ser guiado y guiar a alguien.
- Yo: Sí, conozco este mundo, pero aún no he explorado mucho el campo del amor. Mis relaciones han sido tan cortas.
- CdP: Aún así, creo que es mejor ser amigos.
- Yo: Ok, entiendo. Las cosas claras son mejores.
- CdP: Tú sales de una relación de hace poquito, estoy seguro que puedes conseguir otra con la misma facilidad, alguien que te comprenda mejor.
- Yo: Yo no busco a nadie. Tú apareciste en el camino, y vaya, sí me había interesado en ti.
- CdP: Yo conozco a alguien que está interesado en ti. Es Mr. Truquini. Es muy bueno y tranquilo para ti.
- Yo: No, gracias.
- CdP: Pero tú lo conoces y es lindo. Se verían bien.
- Yo: Ahí nomás. Bueno, ya cierro esto. No me siento bien.
- CdP: Ok, Antes una cosa. Artículo Primero: Nano y el Chico de Porcelana son buenos amigos a partir de la suscripción de la siguiente acta. Artículo Segundo: CdP no quiso herir en ningún momento a Nano. Artículo Tercero: CdP seguirá en su búsqueda del chico ideal y Nano estará con Mr. Truquini, su amigo en común. Artículo Cuarto: CdP agradece a Nano por su cariño. Y encuentra a la persona ideal, amigo. Todos nos lo merecemos.
- Yo: Así será. Adiós.

Nunca más volvimos a hablar. Solo en dos oportunidades, en encuentros casuales en la calle. Tiempo después me enteré que él estuvo con Mr. Truquini, por un buen tiempo.

Al salir de Messenger, llamé a Little A. y le dije que me sentía muy mal por lo que pasó. Sin darme cuenta yo estaba llorando en el teléfono. Le pedí disculpas por haberme portado así con él, que sentía haberlo lastimado por haber decidido apostar por el Chico de Porcelana en lugar de continuar con nuestra amistad. Al final, el que parecía tan frágil como porcelana era yo. Sin embargo, mi mejor amigo me demostró su gran cariño una vez más y me dijo que me encontraba en quince minutos en el lugar de siempre.

Antes de salir de su casa, Little A. llamó a Mr. Truquini y le dejó un mensaje corto y contundente para el Chico de Porcelana: ¡Dile a tu amigo que es un perfecto idiota! Y colgó.

Cuando Little A. me contó lo que hizo, me dio mucha cólera, porque no quería que esto trascienda. (La verdad nunca le agradecí por haberme defendido. ¡Gracias!). En ese momento, yo necesitaba desfogar mi frustración y sacarme de encima la vergüenza que sentía al haberme fijado en un muchachito, a quien le había permitido hacerme daño.

Little A. me acompañó hasta la noche. Paseamos y nos matamos de risa, recordando muchas cosas, y burlándonos de mi situación. Fue una verdadera demostración de amistad, la que me regaló ese día Little A.

Cuando estuve más tranquilo, me di cuenta que era la primera vez que mi pasado me jugaba una mala pasada al querer iniciar algo serio con un chico. Y que éste había sido usado en mi contra por quienes competían conmigo. ¿Hubiera cambiado la figura si me hubiera presentado como una mosquita muerta, ocultando mi estilo de vida? No, me hubiera convertido en un hipócrita y eso no va conmigo.

Pero también me hizo reflexionar sobre los inicios de cualquier gay. Osea, no culpaba al Chico de Porcelana por su reacción. Creo que era totalmente compresible. Alguien que recién comienza, debe experimentar por su cuenta, sin ataduras ni impedimentos. Y yo no quería ser una barrera. Pero igual no podía evitar sentirme mal.

Quizá el episodio del Chico de Porcelana es sólo anecdótico, pero lo que realmente sentí luego de toda esta experiencia es que en el ambiente gay, al final de cuentas, sí importa el pasado. A unos más que a otros, es cierto. Pero ni modo. Uno debe aprender a sobrellevar el hecho de sentirse esclavo de él.

¿Te has cruzado con algún chico de porcelana en algún momento de tu vida? ¿Tu pasado ha jugado en contra tuya cuando querías iniciar algo serio? ¿Alguna vez tu mejor amigo y tú se fijaron en la misma persona?

Avril Lavigne - Complicated

"Why U have to go, and make things so complicated". Esta fue mi canción para el Chico de Porcelana.

Super Nova - Maldito amor

Un recuerdo pop de las chilenas Super Nova que habla de dos amigas que se fijan en el mismo chico. =P

sábado, 8 de agosto de 2009

Mi "feliz" desencanto de la iglesia

El alba tenía que estar muy limpia, pulcrísima. A mis diez años, me sentía inmensamente feliz, pues luego de varios ensayos por fin había conseguido aprender todos los pasos para participar en el ritual sin equivocarme. Estaba a un paso de ser un acólito ejemplar.

Sabía todo a la perfección: rezar las oraciones en el momento preciso, apoyar en todo lo necesario en la Consagración, tocar la campana en el instante en que está por consumarse la conversión del pan en cuerpo de Cristo y del vino en la sangre de Jesús.

Era uno de los momentos más alegres de mi niñez. Me sentía útil y servicial para Dios y la comunidad de feligreses.

Es cierto, tenía un papel secundario, pero yo me sentía tan importante, como el propio sacerdote. Sentía que gracias a mí –claro, y al cura-, la misa se hacía realidad.

Mi vida como acólito duró hasta que cumplí 13 años. En mi parroquia cambiaron al cura, y yo sentía que ya no era lo mismo, además que había comenzado a sentirme pecador y no quería vivir sintiéndome en pecado mortal. Antes de malograr esos recuerdos de mi niñez, preferí apartarme.

En ese entonces empecé a tomar conciencia de lo que significaba que me atrajeran poderosamente los chicos y la sola idea me causaba un profundo sufrimiento. ¡Iba a ir directito al infierno!

Luego de mis primeras incursiones afectivas adolescentes sentía una repulsa tan fuerte, que caía en depresiones descomunales.

A los quince años no aguanté más. El cargo de conciencia era muy pesado. Un día fui decidido al colegio y me armé de valor. Busqué al cura y le confesé todo. Él no me censuró ni me dio una penitencia con látigos incluidos. Las palabras del religioso joven, y a quien yo veía como un amigo, fueron extremadamente tranquilizadoras. Salí de la confesión y me propuse “enmendar mi camino”.

Desde entonces oculté mis deseos y los reprimí hasta que conocí a Little A, es decir, entrando a los 20 años.

El curita
En el colegio uno de mis grandes amigos era Pandita. Yo lo admiraba, pues trabajaba por las mañanas como enfermero y en la tarde estudiaba secundaria.

De respuestas amables y siempre listo para ayudar al prójimo, Pandita se convirtió en el prospecto más claro para ser sacerdote en mi promoción. Era el curita de la clase. No sólo tenía todas las condiciones, sino que él anhelaba serlo.

Pandita me enseñó que Cristo no era “alguien a quien temer”, sino un amigo en quien puedes confiar y que tiene un amor tan grande por nosotros que también perdona todas nuestros errores (él no hablaba de pecados).

Tenía mis esperanzas puestas en el curita. Hasta le bromeaba diciéndole que él me casaría (sí, claro, yo estaba en mi burbuja de negación) y que bautizaría a mis hijos (Recontra plop).

Sueños rotos
Al terminar el colegio le perdí el rastro a todos mis compañeros. Ingresé a la Universidad y poco a poco empecé a explorar mi sexualidad y fui asimilando mi naturaleza gay. Pero siempre tuve una lucha constante con los fundamentos eclesiales. Me sentía atado a mi etapa de acólito y todo lo que significó para mí.

Del curita solo sabía que había ingresado al seminario más conocido de Lima. Pero no lo volví a ver hasta una tarde de verano de 2001, cuando yo estaba casi a punto de asumirme homosexual completamente.

Me disponía a entrar a una cabina de Internet por San Miguel y me crucé cara a cara con un chico de facciones finas, pecoso, con el pelo pintado y con unos rallitos que destacaban en su cabellera lacia. Lentes de contacto color verde. Una boca con brillo labial. Una mirada pícara, como si incitara al juego seductor entre dos muchachos.

- Yo te conozco de algún sitio, le dije, como buscándole el habla.
- Claro que sí. Tú eres Nano y hemos estudiado juntos. ¿cómo has estado? ¿Te acuerdas de mí?

Al escuchar su voz, lo reconocí. Entré en shock. Lo abracé con mucha fuerza y él también se emocionó mucho.

Salimos del local, fuimos a su casa. Yo tenía miles de preguntas en la cabeza. Una a una fue respondiéndolas. El seminario fue un martirio. Le hicieron la vida imposible. Varios superiores querían tener sexo con él. Y él no atracaba. Mantenía su fe inquebrantable. Como no accedía a las bajas pasiones de los religiosos, terminaron por expulsarlo.

Me dijo que se fue con la frente en alto. Y con la ayuda de algunos conocidos en el mundo clerical, recaló por otro seminario en provincia. La historia se repitió. Un día le malograban la comida. Otro día lo acusaban sin razón. La consigna era aburrirlo, hasta que lo consiguieron. El pedido de favores sexuales también estuvo muy presente. Pero él tampoco accedió. A los meses optó por retirarse.

- Pero no entiendo. Si no accediste a los favores sexuales, fue ¿porque no querías o porque no debías? ¿Te gustaban los hombres o no?, le pregunté, un tanto incrédulo.
- Yo quería ser sacerdote. Sentía esa vocación. Y ello implicaba renunciar a los placeres carnales. Pero no me dejaron.
- ¿Entonces, saliste del seminario y te volviste gay?
- Me expulsaron del seminario por no ser gay con ellos. Ahora soy gay porque quiero y no porque me obligan., concluyó.

Pandita y yo nos despedimos. Y no nos hemos vuelto a ver.

Ese encuentro me marcó. Fue la primera vez que sentí que un recuerdo de mi niñez católica, y que atesoraba, era una mentira. Un recuerdo falaz. Había sido engañado todo ese tiempo.

El respeto a ese recuerdo quedó casi pulverizado cuando me enteré que un amigacho fue amigo-cariñoso por varios años con uno de los curas de la parroquia de la que yo fui acólito. Además, cuando otro amigacho me contó que había conocido a un curita en un cine porno, y que había vivido un tórrido romance con él por varios meses, pues los principios de la Iglesia Católica habían quedado por la pata de los caballos.

¿Qué autoridad tenían todos esos curas, sacerdotes y religiosos fundamentalistas que me hicieron sentir tan culpable por ser gay? Malditos ellos y su falsa moral. Enterarme de esas cosas, me hizo voltear la página de la fuerte represión católica y evangélica que me impusieron desde la niñez. Y desde entonces vivo sin cargo de conciencia. Más bien siento que la iglesia tiene una deuda conmigo.

Pero tampoco eso me volvió agnóstico ni ateo. Yo sí creo en Dios. Y creo en Jesús. Me parece un modelo digno a imitar. Pero al ejemplo que dejó él, no las interpretaciones ni obligaciones establecidas por otros humanos, como me dijo hace poco mi gran amigo Little A.

¿Eres gay y crees en Dios? ¿Eres católico practicante? ¿Tienes rollos pendientes con la iglesia o tus creencias religiosas? ¿Qué fue determinante para que cortaras con los lazos de la iglesia que te reprimían?

REM – Losing my religion

Un clásico musical que viene bien con esta entrada.

Pet Shop Boys - It’s a sin

“Todo lo que he hecho, es un pecado”, ironizan mis queridos Pet.

The Priest – Dirigida por Antonia Bird – Película gay
Esta película se estrenó en Lima bajó el título de Actos Privados y narra la vida de un cura que incursiona en la movida G. En este link pueden ver toda la película. =)

sábado, 25 de julio de 2009

Infieles.com

Tom y Jerry viven un tórrido romance. Tienen una relación envidiable para algunos, insufrible para otros. Se comprenden, se quieren y hasta piensan en cómo será cuando vivan juntos. Ante el resto, son una pareja ejemplar. Lindos. Quienes los conocen dicen que lo tienen todo. Compañía, comprensión y amor.

Un domingo por la noche Tom me llamó desconsolado. Estaba en la calle. Había salido a caminar para despejar su mente y necesitaba escuchar la opinión de un amigo.

Tom no lo pudo creer hasta que lo vio con sus propios ojos. Un amigo X le había “dateado” que su querido Jerry era todo un jugador en el ciberespacio. No le hizo caso al inicio. Pensaba que lo hacía con mala leche y no le tomó importancia. Pruebas le pidió, y pruebas le dio.

Tom empezó a respirar con dificultad cuando este amigo le envió la ruta que lo llevaría al perfil que “el amor de sus amores” ostentaba en una comunidad virtual de flirteo, ligue y lascivia. La página empezó a cargar y las fotos del perfil fueron definiéndose.

Tom sintió náuseas. No se distinguía claramente la cara de Jerry, pero no había duda. Esas imágenes mostraban más de la cuenta: partes descubiertas de zonas que él conocía a la perfección. Me contó que lo peor de todo ocurrió cuando vio a Jerry exhibiendo sus músculos frontales, como si clamaran por ser mordidos.

Su presentación era inofensiva. “Jerry, de tantos años, del Perú, que quiere conocer amigos de todo el mundo”.

“!¿Acaso tú invitas a alguien a ser tu amigo virtual enseñándole las piernas calatas, el pecho y hasta el trasero?!”, Tom me gritaba en el teléfono.

Se sintió traicionado. Y lo había sido, “al menos” virtualmente. Lo cierto es que sentía el mal sabor que deja una infidelidad, por muy digital que hubiera sido.

Me decía que al descubrir las pendejadas de Jerry se vio entre dos opciones: desfogar su furia contra su “pérfido.com” y terminar con él sin explicaciones o salir y despejarse hasta que se le pase la rabia y luego regresar a aclarar las cosas.

Optó por lo segundo. Pero dejó prendida la computadora con la página web delatora en el monitor. Y ahí se quedó, escandalosamente congelada. Jerry escuchó que Tom tiró la puerta al salir del departamento. Lo llamó y trató de ir detrás de él, pero antes de salir de su casa se percató que lo acababan de “ampayar”.

Tom seguía en el celular conmigo. Se sentía el hombre más imbécil del mundo por depositar su confianza en alguien que se ofrece burdamente por Internet. “Saber que tiene ese comportamiento en la red, me hace sentir que estoy con un promiscuo, que no me respeta, y lo peor es que se expone a que el resto lo descubra, dejándome como el más cachudo del ambiente”.

Yo no tenía palabras de consuelo para él. Cualquier cosa que le dijera sólo agravaría la situación. Al inicio le expresé mi solidaridad y le dije que Jerry era un huevón. Desde luego que a mí también me hubiera jodido harto.

Pero recordé que tiempo atrás Tom me contaba acerca de sus aventuras en las líneas calientes (las famosas líneas telefónicas para hacer amigos y ligar, aunque me dijo que solo lo hacía con fines onanistas), cuando él estaba con otra pareja. Le refresqué la memoria y Tom empezó a calmarse, y se dio cuenta que también “había ropa tendida en su territorio”.

“Es cierto, también he tenido mis flirteos, pero fueron telefónicos, ni siquiera llegaron a ser virtuales. Además, los míos sí fueron inofensivos y jamás se enteró mi ex, y mucho menos nadie me ampayó”, me replicó.

Minutos más tarde, Tom se sintió mejor y regresó a la casa de Jerry.

Al llegar, el “pérfido.com” ya había borrado sus perfiles en la red. No solo tenía uno, sino dos, en distintas comunidades virtuales de hombres-buscando-hombres. Antes que Tom le pidiera explicaciones, su novio se deshizo en disculpas y le prometió que no volvería a suceder, que no había hecho nada malo y que solo se había contactado con gente del exterior, con quienes jamás hubiera podido serle infiel. “Jamás me he contactado con alguien del Perú, y menos de la capital. Jamás te he sido infiel”, le aseguró.

Tom no le creía nada. No llegaba siquiera a entender en qué situación se encontraba. Mientras Jerry hablaba y ponía cara de compungido, él se preguntaba si lo que acababa de ver llegaba a ser una infidelidad. Es decir, si se ajustaba a lo que Jerry le decía, todo no pasó de flirteos de chat, coqueteos por email, pajas por webcam, técnicamente no había sido una sacada de vuelta, ¿no?

Eso lo tenía claro, pero lo que le jodía sobremanera era haberlo descubierto.

Sin embargo, sintió que no tenía autoridad moral para sentirse indignado, pues él mismo había hecho algo parecido cuando estuvo con su ex. "Ojo por ojo, diente por diente", reflexionó en silencio un resignado Tom.

“Ahórrate tus excusas y no quiero saber más de tus huevadas. Siento que ya no puedo confiar en ti. La cagaste”. La conversación acabó ahí. La relación pasaba por la peor de sus pruebas.

Lo que sucedió con Tom y Jerry me hizo pensar en la infidelidad en los tiempos modernos, de Internet, Hi5, facebook, y las diversas páginas de comunidades virtuales, que pueden ser tan inmensas como arrechamente tentadoras. Las hay de todos los rincones del planeta, en todos los idiomas y para todos los gustos. Ahora los amantes pueden estar al otro lado de la pantalla.

Varias preguntas surgieron. ¿Se es infiel tan solo con exhibir más de la cuenta tus atributos en un perfil virtual y hacer amigos así? ¿Qué puede animar a un ser humano que supuestamente vive feliz con su pareja a mantener caliente su perfil con fotos más que sugerentes? ¿La infidelidad comienza desde que la pareja la descubre? ¿Acá funciona eso de “ojos que no ven, corazón que no siente”?

Recuerdo que una vez un amigo me dijo que había optado por no tener pareja porque simplemente no sabía cómo ocultarle sus infidelidades, y no quería hacer sufrir a nadie. Que él también aceptaría infidelidades, pero jamás debería enterarse. Era algo tácito. Como era un requisito difícil de cumplir optó por jurarle fidelidad eterna a sus principios y desde entonces ha tenido todos los amantes que se le ha antojado. Me parece muy sincero que antes de vivir de infidelidad en infidelidad, le sea fiel a sus antojos carnales.

¿No actualizar el estado sentimental (en relación o soltero-y-sin-compromiso) puede ser una manera solapada de pretender incursionar en la infidelidad.com? ¿Si tomas en serio a tu pareja, por qué no decirlo en tu perfil público? ¿Te resta atractivo ante el resto? ¿Vergüenza? ¿Te afectaría si tu pareja te lo hace?

Las preguntas surgían una tras otra y la verdad no podía encontrar respuesta a la gran mayoría, porque, en primer lugar, no me gustan los perfiles públicos de las redes sociales y no me he creado ninguno; y segundo porque siempre le he tenido un respeto-miedo a la infidelidad, en el sentido más carnal del término, y hasta ahora no he recalado por esos rincones. (y espero no hacerlo).


Quizá para la mayoría de lectores de este blog, la infidelidad.com es inofensiva y hasta infantil. Es más, quizá no la consideran como infidelidad, propiamente dicha. Pero no me van a negar que si alguien cae en el extraño juego de buscar algo fuera de la relación, es porque busca satisfacer algo que ya no encuentra. Quizá una distracción para escapar de la rutina, quizá un jueguito para mantener sus hormonas en ebullición y usar esas ansias con el ser amado. Pero también sé de casos en que luego de ser amiguitos.com, pasaron a ser noviecitos-de-mentira.com, después amantes.com y terminaron en amantes de carne y hueso.

Pensé que Tom y Jerry habían llegado a su fin. Pero la verdad es que siguen juntos y su relación se volvió más sólida. Tom me confesó que ese episodio los ha hecho verse como los seres humanos que son y la pareja no es otra cosa que la unión de dos seres humanos.

Pensé que Tom había llegado a un grado de madurez envidiable, para manejar y haber superado una situación tan incómoda. Pero no fue sólo eso. Mi amigo me contó que a las semanas de lo sucedido, ambos conversaban mientras estaban bajo el efecto del alcohol. Tom tocó el tema de la infidelidad.com y Jerry le confesó que no había regresado a los perfiles virtuales, pero a veces le daban muchas ganas, pues necesitaba que otras personas le digan que era guapo, que lo desearan. Que solo así, podía sentirse bien consigo mismo. Tom entonces entendió tantas cosas. Y en ese momento, sintió que era justo perdonarlo.

¿Qué opinas de la infidelidad.com? ¿Tú la consideras como un tipo de infidelidad? ¿Has sido o te han sido un infiel.com? ¿Cómo lo tomaste? ¿La perdonarías?


Tam Tam Go – Atrapados en la red

Canción pop que recuerda que el amor y la calentura se encuentra entre las arrobas y el punto.com

María Conchita Alonso – Noche de copas

Maria Conchita Alonso pide perdón a nombre de tod@s los infieles.

Rocío Dúrcal – Infiel

“Quien traiciona un gran amor, es un infiel… y ¡un infiel no es para mí!”, dice la recordada Novia de América.

martes, 14 de julio de 2009

La sevicia sí existía en la Lima gay

“¿Alguien sabe el significado de la palabra sevicia?”, preguntó el profesor del curso de taller de redacción que yo seguía en el segundo semestre de 1999. Lanzó una mirada inquisidora a toda la clase. Solía preguntarnos por palabras rebuscadas para dizque incrementar nuestro vocabulario. Una veintena de universitarios puso cara de asombro. Silencio en el salón. Todo el mundo, incluido yo, dirigía la vista hacia cualquier lado, menos a los ojos del viejito.

Mis manos volaron hacia el mataburro y di con la palabreja: “crueldad excesiva. Trato cruel”. Sustantivo femenino. “¿Y cómo hago una oración con esa palabra?”, pensé. No tenía idea. Opté por callar la respuesta.

El tío se acomodó los lentes y, en vista a que nadie se animó a hablar, dijo la respuesta. Repitió lo que yo había descubierto en el diccionario. Y agregó: “los casos de sevicia se presentan con frecuencia en los crímenes entre homosexuales”.

Yo me quedé absorto por el comentario del profesor. No sólo pensé que era un vejete homofóbico, sino un imbécil por decir que en la comunidad gay, en la que yo comenzaba a desenvolverme, podía estar catalogada como un “grupo de riesgo” donde se presentan casos de “sevicia” o “crueldad excesiva”.

En ese entonces yo tenía 21 años y pensaba que en la comunidad G todo era paz y amor. Incluso, bromeaba con el hecho de que la mayoría de gays fueran asiduos al gimnasio, y que quizá se cumplía la frase de Elle Woods, el personaje que interpretó Reese Witherspoon en la película Legalmente Rubia: “la gente que hace ejercicio es feliz, y la gente feliz no mata gente”. En consecuencia, no cabía la posibilidad de sevicia en el ambiente gay. ¡PLOP!

Diez años después, y luego de haberme ensuciado lo suficiente en el ambiente, debo admitir que ese profesor siempre estuvo en lo cierto, y que el ambiente limeño, además de ser sórdido, peligroso, tristemente solitario e hipócritamente “feliz”, es violento y despiadado.

Celos asesinos

Hace tres semanas, Alicia Delgado, conocida cantante popular a la que llamaban “La princesa del folclore” fue apuñalada brutalmente en reiteradas oportunidades para luego ser fulminada con una correa, que usó su asesino para ahorcarla, enlutando a los seguidores de la música vernacular peruana.

El caso sigue en investigación, pero todo indica que se trata de un crimen por encargo. El asesino confeso, Pedro Mamanchura, ha manifestado que recibió el pedido de Abencia Meza, la famosa “Reina de las Parranditas”, quien siempre se mostró ante los medios de comunicación y la sociedad en general como la mandona y dominante pareja sentimental de Alicia Delgado.

El móvil: los celos desmesurados de Abencia contra Alicia, quien ya había tomado la determinación de separarse definitivamente de ella.

Abencia niega todos los cargos, pero pesa sobre ella una denuncia penal por autoría intelectual. Actualmente está recluida en el penal de mujeres de Chorrillos. Y, de comprobarse su culpabilidad, podría purgar una condena de hasta 35 años. ¿Acaso Abencia la amaba tanto que la mató? ¿O es que no la amó lo suficiente para dejarla libre?

Esa maldita soledad
A los pocos días, otro caso de sevicia en la comunidad G conmovió al país. El viernes 10 de julio, Marco Antonio Gallego, uno de los personajes gays más visibles de la farándula limeña, estilista renombrado y próspero empresario, fue encontrado muerto en su casa en San Isidro. Tenía las manos y los pies atados, una bolsa en la cabeza y la boca amordazada con un polo. Sus victimarios lo ahorcaron con un cable de computadora.

El asesino, un amante ocasional, confesó su delito. Jorge Luis Glenni, de 21 años, perpetró el hecho con dos compinches. El móvil: robo. Sustrajeron quince mil soles, cinco relojes, dos celulares y una laptop.

Marco Antonio pensaba que sería una noche más, en que saciaría efímeramente su necesidad de afecto. Caricias rentadas de un mancebo, su punto eventual. Pero no hubo diversión, ni farra, ni placer, sino violencia, tortura y muerte.

Afortunados y resignados
Al llegar a casa, mi mamá me dio el encuentro y me comentó lo apenada que se sentía por la muerte de Marco Antonio, especialmente porque lo mató gente que lo frecuentaba. “Quizá fue uno de esos chicos que buscan a alguien para sacarle plata”, me dijo.

Mi familia sabe que soy gay y lo acepta. También conoce a mi novio y lo han convertido en un miembro más de la casa. Antes de irse a la cama, mi mamá me confesó que se sentía tranquila porque yo había encontrado un buen compañero. Le di un beso a mi vieja y me fui a dormir. Sentí que para ella tener una relación sólida de pareja me hacía inmune a la soledad y a los disparates que uno hace cuando se siente vacío.

En mi cuarto, pensé en lo afortunado que era de haber pasado tantas aventuras y estar sano y salvo, pues nunca me cruce con gente mala, que me atacaran físicamente. Es decir, he tenido experiencias libertinas por doquier, muchas de ellas motivadas por una soledad disfrazada de promiscuidad, pero nunca he pasado por un episodio desagradable de violencia.

He estado expuesto a situaciones de riesgo, es cierto. Al igual que mucha gente que conozco. Recuerdo claramente el caso de un amigacho, que, por cachondo, terminó inconsciente y en pelotas en un hotel, sin billetera, ni pertenencias, y con una angustia en el alma de sentirse tan cercano a la muerte.

Al igual que la gran mayoría de gays, entiendo las motivaciones que empujaron a Marco Antonio a refugiarse en caricias hipócritas o besos dispensados por una máquina que necesitaba monedas. A veces la soledad te llena tanto que sientes un gran vacío en todo tu ser, y te hace magnificar cosas insignificantes, como una cara bonita, una sonrisa pícara o una frase tierna para que sueltes billetes e invites el trago. En el caso de Marco Antonio, la soledad lo hizo involucrarse con gente lumpen, que bajo la figura de acompañante terminó siendo su verdugo.

El ambiente gay es un mundo tan solitario. Amigos y conocidos abundan, pero la soledad se las ingenia para dirigir tus actos, y termina por convertirse en tu consejera, la peor de todas.

El Movimiento Homosexual de Lima (MHOL) ha reportado que entre mayo y junio se han producido seis crímenes contra gays.

Así como en 1999, aún me sigue molestando que se diga que los casos de sevicia se suelen presentar en las parejas gays. Pero con los dos casos muy sonados registrados en las últimas semanas, no hago más que imaginar que en el móvil del próximo caso de sevicia. ¿Otra vez celos asesinos? ¿Muerte por robo? ¿Venganza o ajuste de cuentas? ¿Homofobia? A cuidarse, que nadie está libre.

¿Tú crees que la comunidad G también es proclive a los casos de sevicia? ¿Cómo afectan estos crímenes afectan a la comunidad G? ¿Qué es lo peor a lo que te ha empujado a hacer la soledad?


Living on my own - Freddy Mercury


Freddy Mercury hace una apología a la soledad en esta canción. Es un himno en la comunidad G.



A mi manera - Gipsy Kings


La vida es para vivirla intensamente. Y cada uno la vive a su manera.