viernes, 29 de enero de 2010

Con la seguridad de un oso

Fred era un chico lindo, aunque él no lo quisiera aceptar. Su gordura le sentaba bien. Un tanto rollizo, de piernas vigorosas y buen vestir, siempre tuvo “jale” con los muchachos. Era muy sociable, pero no había tenido suerte en el amor.
La primera vez que se enamoró con todas las de la ley y le rompieron el corazón, dejó que la inseguridad dominará su ser. Y toda la inseguridad que tuvo contenida por más de 25 años se activó automáticamente.
Se sentía feísimo. Horrible. Le empezó a disgustar ser “gordito”. Literalmente detestaba sentirse redondo y odiaba comprar ropa, cada vez, en tallas más grandes. Lo suyo era baja autoestima y depresión crónicas, aunque nadie lo notaba. Para el resto, él era feliz con su peso. Era un bromista por excelencia al respecto. Sin embargo, la procesión iba por dentro.
Fred me confesó todo su drama un día que estábamos en tragos, hace mucho, cuando le dije lo mal que yo la pasaba siendo gordo y que mis dietas yo-yo me habían llevado al cielo vanidoso cuando bajé de peso considerablemente y luego me habían hecho caer al precipicio de la baja autoestima al recalar nuevamente en los dominios de la gordura.
Él me contó que no se sentía lo suficientemente atractivo para retener “para siempre” a un hombre. Y eso lo había hecho abortar muchos intentos de romance. Es más, me reveló que por entonces vivía una situación muy peculiar. Llevaba algunos meses saliendo con un chico muy guapo, que le estaba haciendo vivir una historia de amor fabulosa. Pero él, simplemente, no se la creía.

Aldo era delgado, de un cuerpo espectacular, brazos con algo de entrenamiento y una sonrisa entre pícara y seria. Se le notaba tan interesante como presumido. Profesional, con trabajo, casi contemporáneo de Fred, buen conversador y muy extrovertido. Cuando me lo presentó me quedé con la impresión de que era un chico encantador.
Fred y Aldo se conocieron en un cumpleaños. Fred sentía palpitaciones aceleradas desde que lo miró y Aldo se las ingenió para sentarse a su lado ese día. Ahí comenzó todo.
Aldo lo invitó a salir. Fred aceptó sin estar convencido. Se fueron conociendo. Se besaron, hicieron el amor. Al mes, Aldo le pedía para ser pareja, pero Fred no quería. El chico más guapo que hasta entonces se había interesado en él le daba varias manifestaciones de que quería intentar algo serio, pero Fred simplemente no se lo creía.
- “Oye, ¿qué te pasa? Estás desaprovechando una oportunidad muy buena con Aldo. ¿Por qué te resistes?”, le pregunté.
- “Todo es tan bonito, que siento que es una ilusión. No quiero arriesgar todo y sufrir cuando la ilusión acabe”, me contestó.
- “Pero una cosa no tiene que ver con la otra”, insistí.
- “Yo creo que me merezco a alguien no tan guapo como compañero. Soy consciente de mi realidad”. Su respuesta me había dejado absorto.
- “¿Osea porque te sientes gordo y feo crees que nadie “bonito” se puede fijar en ti?”. Volví a la carga.
- “Es que yo sé que le puedo gustar a otro gordo, a un feo, pero no a un chico que atrae tantas miradas de hombres mucho más lindos que yo, y que me hacen sentir loco de celos”. Fred, el inseguro, estaba al habla.
- "¿Crees que tarde o temprano ya no te verá guapo y caerá en brazos de otro?"
- Mira, Aldo no me ve guapo. Y lo que nos une, aunque él me diga que no, algún día pasará. Y así las cosas, yo no sé qué es lo que lo tiene atado a mí. Luego de mi relación anterior yo ya no creo más en términos tan serios como “siempre”, “nunca” o “para toda la vida”.
¿Tolerancia a la inseguridad?
Fred me dejó pensando en todas las heridas sin cerrar y el nivel de inseguridad que tiene cada uno al momento de iniciar una relación. Si bien lo físico (gordura o insatisfacción con alguna parte de su cuerpo) es una excusa para colocar barreras a la hora de interactuar con un candidato a pareja, mucho más profundas son aquellas marcas que están en la mente y el alma.

Recuerdo que cuando inicié alguna relación sentimental, siempre estuvieron presentes los sentimientos de inseguridad. En unas oportunidades más fuerte que en otras. Pero siempre terminaba por controlar esas sensaciones y apostaba el todo por el todo, porque yo estoy convencido de que cuando uno ama debe hacerlo con todo su ser, sin guardarse nada. Aunque a veces había actitudes o reacciones de la otra persona que alimentaban al fanstasma de la inseguridad.

Sin embargo, la actitud de Fred me motivó y me sigue motivando muchas preguntas. ¿Cómo darnos cuenta de que estamos con los niveles adecuados de (in)seguridad para apostar por alguien y decidir abrir nuestro corazón? ¿La inseguridad es alimentada principalmente por cuestiones físicas, como el que no te consideres bonito y tu pareja sí lo es? ¿Debemos intentar algo en serio solo cuando estamos en condiciones óptimas de alma y mente? ¿Antes de iniciar una relación debemos pasar por un psicólogo que nos dé un certificado de “apto para amar” o “apto para apostar en la tómbola del amor”?

Y viendo las cosas desde el otro lado, ¿qué tanto de inseguridad está dispuesto a aceptar la otra persona? ¿En realidad el sentimiento que va naciendo es tan grande como para soportar una situación de este tipo o es que se convierte en una especie de reto?
Aldo siempre fue una incógnita para mí. Sí le creía que era sincero, pero en el fondo sentía que Fred tenía razones para sentirse inseguro. Aldo era el objeto de deseo de muchos hombres. Sí notaba que estaba enganchado con Fred, pero había algo que no cuadraba. Al final, Fred y Aldo no se lograron. Y no supe más de ellos.
Los osos
El que uno sea gordo no tiene nada que ver con sentirse guapo o feo. Conozco muchos miembros de la comunidad de osos de Lima y ahí más bien prima el criterio de “a más gordo, velludo (y por supuesto, muy varonil), más rico”.

Incluso han creado una clasificación para diferenciarse: cachorros (cubs), osos polares (maduros con canas), cazadores (los flacos que buscan osos), chub o (“gordito” sin vello), musculoso, los papá osos (o Daddy bear que buscan cachorros) y lobo (hombre delgado velludo), entre otros.
Pese a que soy velludo y gordo, no me siento parte de esa comunidad. Es decir, tengo muy buenos amigos miembros de la gran familia osuna del Perú, pero yo no estoy feliz con mi peso y siempre estoy en pos de una figura menos redonda. Por ello, considerarme un oso, sería falaz, pues sería una suerte de oso renegado.
Sin embargo, al margen de lo físico, los osos tienen una actitud muy distinta de enfrentarse a la vida y la sociedad. Y eso es lo que siempre les voy a reconocer: tener mucho aplomo y seguridad y estar convencidos de lo mucho que valen, más allá de su apariencia física.
No digo que no existan osos que son víctimas de la inseguridad, pero creo que el hecho de no renegar de su aspecto los hace menos vulnerables.
Sospecho que el buen Fred hubiera ganado algo de confianza si tuviera menos peso y se hubiera puesto en los zapatos de un oso, pero la verdad es que no existen dietas para subsanar la inseguridad de la mente.
¿Al iniciar una relación, cómo estuvieron tus niveles de (in)seguridad o el de tu pareja? ¿Tu inseguridad se debió a temas físicos? ¿Te gustaría tener la seguridad de un oso?


Cachorro - Trailer - de Miguel Albaladejo

Esta película española aborda cómo viven los miembros de una comunidad de osos en España. Si no la han visto, se las recomiendo. =)


Natalia Lafourcade - Ella es bonita


Natalia Lafourcade alza su protesta en defensa de las que se consideran "no bonitas". "El mundo no entiende de amores, ya".

Sheryl Crow - Strong Enough


A veces la seguridad la encontramos en la persona que tenemos al lado, como dice Sheryl... ¿Eres lo suficientemente fuerte para ser mi hombre?

Shakira - No creo

Esta canción es de las pocas que me gustan de Shakira, antes que "cantara" en inglés y aullara. Llegar a confiar de esa manera en el amor puede ser un don y un defecto. Yo he probado de las dos. Pero no me quejo.