domingo, 21 de febrero de 2010

Discriminación: Sin acceso al placer gay

Ramiro y yo estábamos terminando. Había mucha tensión en el ambiente. La música de la discoteca sonaba como una vitrola que lanzaba música lastimera. Habían pasado unas seis semanas de ser pareja y mientras yo hacía castillos en el aire, él había ido a nuestra última cita con la decisión de cancelarme el corazón.
En ese momento lo odié. Yo era consiente que no podíamos seguir juntos, pero me dolía mucho. Entonces yo tenía 21 años. Era extraño, pero en esa atmósfera de tristeza que me envolvía sentía la necesidad de entregarme por completo, lo cual no había sucedido hasta entonces. Creía que había llegado el momento de hacer el amor (ojo, no dije sexo). Y quería que Ramiro fuera el primero. Se lo propuse a manera de despedida. Él no quería. Pese a que estudiaba en Ica y venía solo los fines de semana, le daba vergüenza ir a un hotel limeño con otro hombre. Pero al final, aceptó.
Salimos de la disco. Lince es un distrito en donde puedes encontrar de todo, especialmente hostales. Llegamos al más cercano. “Tú pide el cuarto”, me dijo.
Toqué el timbre. Abrieron la puerta de vidrio. Ingresé primero. “Una habitación, por favor”. En realidad, balbuceé mi pedido. Estaba por entregar el dinero y mi documento de identidad, de pronto la mujer que atendía vio a Ramiro en la entrada. “Lo siento, no tengo cuartos”, respondió casi gritando.
Ramiro se quedó sorprendido. Quería reclamarle a la tipa, pero lo tomé del brazo y salimos del lugar.
Mi ex desde hacía unos minutos empezó a caminar hacia el próximo hotel. Pero ni siquiera atendieron el llamado de dos varones en la puerta.
Entonces nos indignamos. Los dos tomamos ese acto de discriminación como una afrenta personal. Recorrimos 10 lugares más y en todos obtuvimos un trato similar, mientras observábamos que sí atendían a parejas heterosexuales.
Luego de una hora de estar en ese plan nos sentamos en una esquina de la avenida Arequipa. Ya no hablábamos de nuestra separación, sino de nuestra experiencia como víctimas de discriminación y homofobia.
- Nunca me habían negado el acceso a un hotel. Me siento mal. Osea, ¿si iba con una mujer sí me recibían, pero con un hombre, no?, lanzó Ramiro en un arranque de cólera.
- No sé qué decirte. Nunca había tocado la puerta de un hostal. La situación, lo nuestro, me motivó a atreverme, le comenté.
- Me siento ofendido, agregó.
- Yo me sentía caliente hasta hace un rato, pero esto le quita las ganas de tirar a cualquiera, ¿no?, le confesé.
- A mí también se fueron las ganas, anotó.
Ramiro y yo nos despedimos con un abrazo fuerte y un beso en la calle que le robé cuando nadie pasaba. Nunca más le volví a hablar ni supe más de él.

Superando el impasse
Luego de esa experiencia recién tomé conocimiento que había hoteles exclusivos para la comunidad gay; así como sitios “amigables” con la comunidad G, que atienden tanto a parejas heterosexuales como a homosexuales, que es como creo que deberían ser todos los hoteles del mundo.
Debo confesar que conozco varios lugares en la capital en donde pueden intimar dos personas del mismo sexo, de diversas condiciones y estilos. Tengo un par de sitios preferidos. Y sí, la gran mayoría de hostales u hoteles en donde aceptan clientes gays están ubicados en el distrito de Lince.
Mi incidente en mis tempranos 20’s me dejaron un mal recuerdo. Me preguntaba qué motiva a los dueños o administradores de un hotel a proceder de esa manera. Si todo se hace a puerta cerrada, qué les importa si entran dos hombres, o dos mujeres o un hombre y una mujer. Ojos que no ven, corazón que no siente. Los cuestionamientos venían uno tras otro.
¿Qué puede motivar a un hotel, que es una empresa privada, a negarse a prestarle servicios a una pareja gay? ¿Ignorancia, homofobia, política empresarial? ¿Somos ciudadanos de segunda clase? ¿O es que no quieren espantar a su otra clientela?
Pensaba que esa situación desaparecería con el paso de los años. Pero hace unos meses me volvió a suceder. Ya no era el universitario de entonces, ni estaba yendo a escondidas con un enamoradito de juventud. Era un hombre de 30 años que iba con su pareja estable a un hostal del distrito de Lince en donde ya habíamos estado anteriormente.
La vez anterior, yo había ingresado con el carro. Mi pareja se quedó en el estacionamiento. Primero subí yo a la habitación y luego él me dio el alcance. Nadie se percató que íbamos juntos o, si lo hicieron, nadie dijo nada. Pero en esta oportunidad, mi pareja me esperó en el lobby. Pedí un cuarto. Pagué. Me dieron las llaves y el control remoto. Me disponía a subir, pero nos atajaron. La mujer de recepción se sorprendió de ver a dos hombres dirigiéndose a la escalera.
- Lo siento. No pueden entrar juntos. Pueden quedarse en el hotel en cuartos separados, dijo, insolentemente.
- ¿Por qué? Ya hemos venido antes, le comenté.
- Señor, lo sentimos. No pueden ingresar juntos.
Quería reclamar mis derechos. Pero mi novio se dio media vuelta y ya estaba casi montándose al carro. “Qué vergüenza”, me repetía entre dientes. No hice mayor problema y salí del lugar refunfuñando.

La razón y la ley nos amparan
Por supuesto que me indigné con la actitud homofóbica de quienes atendían en ese hotel. Traté de separar la cólera para razonar como un ciudadano que tiene derechos, y especialmente como todo consumidor.
La Ley de Protección al Consumidor del Perú prohíbe cualquier tipo de discriminación en los locales abiertos al público, como son los hoteles y hostales. Está prohibido realizar selección de clientela así como prohibir el ingreso de personas –a no ser que sea por cuestiones de seguridad del establecimiento o tranquilidad de sus clientes o por alguna razón objetiva y justificada.
Es más, si hubiera alguna justificación para restringir el acceso de un determinado tipo de persona a un servicio o un productos, debe ser comunicado de manera directa a los consumidores, previamente al momento de la transacción. Desde luego que en ese hotel no había ningún letrero que dijera que estaba prohibido el ingreso de dos personas del mismo sexo, porque, como reza nuestra Constitución, sería atentar contra uno de los derechos fundamentales de la persona.
Yendo más allá, es de entenderse que aquellos gays o lesbianas que se sientan discriminados están amparados por la ley para presentar una denuncia ante el Indecopi.
No he vuelto a tener este tipo de problemas. Pero tomar conciencia sobre lo que significa que una empresa atente contra nuestros derechos y los argumentos y las razones para defender nuestra posición como ciudadano y como consumidor me hace esperar con ansias algún futuro incidente de este tipo.
¿Has sufrido algún acto de discriminación u homofobia en algún establecimiento privado de servicios? ¿Cuál fue tu reacción? ¿Estarías dispuesto a denunciar algún caso de este tipo ante las autoridades? ¿Crees que es una práctica común en el Perú?


Lily Allen - Fuck You... very very very much!

Me gusta Lily Allen, pero lamentablemente esta canción no tuvo mucha acogida en Lima. Este tema va dedicado con mucho cariño a todos los homofóbicos y discriminadores. "Así que tú dices que no está bien ser gay, pues creo que eres diabólico... FUCK U!!! Very very very MUCH!"

Hearts And Hotel Rooms - Corto de temática

Navegando por la web encontré este corto de temática gay, que se desarrolla en un cuarto de hotel. Disfrútenlo.